jueves, 10 de noviembre de 2016

Trump y la incapacidad de la izquierda.



Hoy vengo a hablar del tema del momento, la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, una elección que curiosamente ha sorprendido a mucha gente, cuando a decir verdad y con los datos en la mano aunque no era segura sí que era probable, o como mínimo más probable que lo que los medios de este país nos han hecho creer. Es lo que tiene hacer campaña por un candidato y no informar, que al final se te acaba viendo el plumero.

Lo de Trump es tan sencillo que asusta, el problema es que el análisis no va más allá de “Esos paletos blancos que votan racismo porque odian a los negros”. Algo que no nos debería sorprender, ya que tras cada victoria del PP en unas elecciones la cantinela de “Putos viejos, que no saben votar” se repite allá donde mires. Puro clasismo, como ya paso con el Brexit, producto de las mentes “brillantes” con estudios superiores que creen que lo importante para ellos debe serlo para la sociedad. Y ojo, lo dice alguien con estudios superiores.

Lo dicho, buscar los motivos de la victoria de Trump es algo que no requiere un gran esfuerzo si se sale del mantra clasista y de que los ignorantes sin estudios votan racismo por miedo. Con los números en la mano Donald Trump ha sacado peores resultados, en cuanto a votos absolutos, que Romney y McCain frente a Obama en 2008 y 2012, por lo que el problema hay que ir a buscarlo en el Partido Demócrata. Hillary Clinton se ha dejado por el camino 10M de votos si lo comparamos con Obama, y no solo eso, sino que se los ha dejado en lugares clave, como veremos a continuación.

Para entender lo ocurrido hay que tener claro que en Estados Unidos lo importante no es obtener votos si no obtenerlos en los lugares clave, ya que el ganador de cada estado es quien se lleva todos los votos, sin importar la diferencia. Es decir, poco importa ganar por mucha o poca diferencia de votos, lo importante es ganar, y esto es algo que perjudica a los demócratas, que suelen conseguir victorias solidas (como en la Costa Oeste o en Nueva Inglaterra) pero en lugares muy concretos. Esto acaba generando que la gran mayoría de los estados sean sólidos para uno u otro partido, decidiendo solo una pequeña parte (Los llamados Swing States) la elección.

En esta elección ese papel decisivo le ha tocado a los estados del llamado “Rust Belt” (Cinturón del Oxido), es decir, los viejos estados industriales, los más afectados por una globalización que ha sacado las fábricas que sostenían su economía y se las ha llevado a China y otros países asiáticos. Esto, algo que los demócratas jamás entendieron, es algo que sí que ha entendido Trump y con promesas tan sencillas como volver a abrir las fábricas o las minas ha conseguido hacerse con sus votos sin problemas. Y es que al trabajador de cuello azul de Michigan cuestiones como el racismo o un muro en México le importan poco comparado con que mañana la cadena de montaje vuelva a funcionar, ya que será la única manera de traer pan a casa.

El problema no está en que los demócratas no fueran capaces de ver esto (Sanders ganó en estos estados frente a Hillary en las primarias, por algo seria…) sino que tras la debacle la izquierda (Siento llamar izquierda a los demócratas, es por entendernos) tanto americana como europea no ha sido capaz de entender nada. Como tampoco lo ha hecho ante el avance de la extrema derecha en Europa o de fenómenos como el Brexit. Incapaces de entender que hay unos votantes a los cuales cuestiones de vital importancia para ellos no les importan un pimiento, por lo que su voto termina en una extrema derecha que les ofrece lo que les debería ofrecer la izquierda.

Por poner ejemplos, mientras la clase obrera ve como las fábricas que les daban de comer se cierran y la producción industrial desaparece por cuestiones de “estrategia empresarial”, la izquierda, incapaz de articular un discurso capaz de promover su voto, les sigue hablando de multiculturalidad, carriles bici, ecologismo, animalismo, transversalidad o las maravillas de un libre comercio que les está matando de hambre. Todas luchas muy dignas y políticamente correctas, obviamente, pero que no solucionan los problemas de la gente de a pie. Confundimos la preocupación de las clases medias y sus luchas, muy urbanitas ellas, con lo que le interesa al resto del pueblo. Y mientras la izquierda sigue enfrascada en estas cosas llega gente como Trump, o como Le Pen, o como Viktor Orban, y les habla de cerrar fronteras, volver a industrializarse y evitar que los beneficios empresariales salgan del país y nos sorprendemos de que les voten. ¿Qué esperábamos? ¿Qué no lo hicieran?

Lo peor es que no somos capaces de verlo, mientras Donald Trump gana elecciones nosotros seguimos a lo nuestro. Considerando paletos a sus votantes, votando a Harambe (11.000 votos se llevó un gorila muerto, flipante…) o enfrascados en nuestras luchas absurdas, mientras la derecha nos come la tostada. Y lo peor de todo, nos la come apelando a una clase obrera que debería votar izquierda, pero a la que no somos capaces de convencer porque estamos muy cómodos en nuestra superioridad moral y en creer que la nobleza de nuestra causa bastará para ganar. Una clase obrera a la que aún no hemos comprendido porque, en el fondo, nos termina dando un poco de asco y la miramos con cierta superioridad, con su ignorancia, su machismo, su racismo... Como diría el Nega, la clase obrera no va al paraiso, asumámoslo cuanto antes y empecemos a trabajar para ella.

Y ojo, que luego viene Le Pen…

lunes, 7 de noviembre de 2016

La Revolución de Octubre que fue en Noviembre


Hoy, 7 de Noviembre, se cumplen 99 años de la Revolución de Octubre, el momento más importante de la historia del S. XX y es por ello que considero que es un buen motivo para volver al blog. ¿En Noviembre? Os preguntareis. Si, efectivamente, la Revolución Rusa de 1917 fue en Noviembre pese a llamarse “De Octubre”. ¿El motivo? Más abajo en el texto, antes me gustaría ponernos en antecedentes.

A principios de 1917 el Imperio Ruso se resquebrajaba por momentos, la Gran Guerra había desgastado el país hasta el límite y la autocracia de Nicolás II no encontraba la manera de poner solución a los problemas del país. Pese a su enorme tamaño Rusia era un país atrasado respecto al resto de los contendientes, un gigante con pies de barro al que el tímido reformismo dirigido por el Zar Alejandro II tras la Guerra de Crimea (1856) y el crecimiento industrial de finales de siglo no había logrado dotar de la base suficiente para resistir un embate así. Por poner un ejemplo Rusia no abolió la servidumbre, terminando con el régimen feudal, hasta 1861.

Curiosamente este mismo problema era algo que las elites rusas, y sobretodo sus zares, habían detectado desde mucho antes de la llegada de la guerra. Esto llevó a una época de reformismo donde se intentó modernizar el país, primero a nivel político, con Alejandro II y acciones como el fin de la servidumbre, la creación de jurados y magistrados libres o la introducción de instituciones representativas, sobre todo a nivel local. Curiosamente cuando iba a culminar su reforma y dotar al país de una Constitución el Zar fue asesinado en su camino al Ministerio del Interior, culminando con la abertura del país. Esto hizo que su hijo, Alejandro III, y tras él su nieto, Nicolás II, volvieron a la autocracia y a la creación de un estado policial que garantizara su seguridad, limitando las reformas a la explotación de los recursos del país, con una tímida industrialización o la construcción de infraestructuras como el Transiberiano.

Y todas estas reformas, si bien funcionaron y permitieron cierta modernización económica del país, solo alcanzaron a las altas capas de la sociedad, mientras que el pueblo seguía con las mimas condiciones que sus antepasados de hacia siglos. Con un 85% de población rural el campesinado ruso, aunque libre de la servidumbre, seguía siendo dependiente de los mismos terratenientes que antes. Eso sí, ahora contaba con la opción de marchar a la ciudad a ser un obrero más de las fábricas que habían empezado a surgir en el país, la gran mayoría en manos de capital extranjero, mayoritariamente francés. Si a ello le sumamos la represión realizada por la policía secreta, un surgimiento de intelectuales deseosos de cambiar su país y la creación de grupos con ideologías como el marxismo o el anarquismo tenemos el caldo de cultivo preparado para una revolución.

Como vemos podemos afirmar que la Rusia que se iba a enfrentar a la Gran Guerra era un país con problemas y que necesitaba de un gran líder, pero que por desgracia solo contaba con Nicolás II. Un hombre que había perdido a su abuelo asesinado y a su padre tras una enfermedad con solo 49, heredando un vasto imperio a la edad de 26 años y sin haber estado preparado para gobernarlo, como él mismo reconoció. Tímido, retraído y voluble, no hizo sino agravar los problemas de Rusia, que culminarían con la entrada en una Gran Guerra en 1914 para la que no estaba preparado, lo que provocaría una revolución que lo costaría el trono en 1917 y finalmente la vida en 1918.

A todos estos problemas hubo que sumar la guerra, obviamente, con sus desastres militares, sus muertes en el frente, sus problemas de abastecimiento y sus subidas de precios, lo que agotó la confianza de los rusos en Nicolás II. Finalmente un durísimo invierno y la carestía de pan y calefacción en Petrogrado llevaron a una serie de manifestaciones que harían abdicar al Zar, tras verse abandonado por las tropas, en febrero, creándose un Gobierno Provisional de carácter burgués que prometió la creación de una Asamblea Constituyente y la realización de elecciones libres, pero la ausencia de votantes, movilizados en el frente, aplazó sine die estas reformas. Además tomo la decisión de seguir con la guerra, lo que acabaría provocando su caída.

Paralelo a este gobierno provisional se formaron ante la caída de la clase dirigente diferentes comités de obreros, soldados y campesinos a lo largo de todo el país, los llamados sóviets. Estos comités representaban, frente a la continuidad del Gobierno Provisional, los anhelos del pueblo ruso. En su programa podíamos encontrar peticiones como la paz con las Potencias Centrales, la implantación del sufragio universal, la jornada laboral de ocho horas o la creación de una Republica Democrática. Esta dualidad de poderes fue minando poco a poco al Gobierno Provisional, al que la guerra terminó por dar la puntilla. El fracaso de la Ofensiva Kerenski (Presidente del Gobierno Provisional) en verano y la llegada de los alemanes a Riga en Septiembre, a poco más de 500 kilómetros de Petrogrado, terminaría con el poco crédito con el que contaba Kerenski. Eso y un ejército en descomposición, que abandonaba el frente y marchaba a la capital precipitarían las jornadas de Octubre.

Mientras esto ocurría el partido bolchevique, comandado por Lenin, que había vuelto del exilio en Abril gracias a un salvoconducto alemán, se había organizado y poco a poco había conseguido controlar el Sóviet de Petrogrado, el principal del país.  Esto le permitió tomar el poder del país en nombre de los sóviets la noche del 24 al 25 de Octubre sin excesivos problemas ya que el Gobierno Provisional no presentó resistencia en el Palacio de Invierno, que fue tomado al asalto con solo cinco muertos. Aquel momento, que ni siquiera afectó a la vida de la ciudad (los tranvías siguieron funcionando, los teatros también, las tiendas no cerraron…) cambiaría la historia del mundo para siempre. Al día siguiente se creaba un nuevo gobierno bolchevique que no solo firmaría la paz con las Potencias Centrales sino que convertiría a Rusia en una potencia mundial capaz de detener a la Alemania Nazi y ganar la Segunda Guerra Mundial. Lo que no logró el zarismo en 60 años lo hizo el socialismo en solo 20.

¿Por qué afirmó que este momento es el más importante del S. XX? Por algo tan sencillo de entender como que dicho siglo no se puede entender sin la presencia de la Unión Soviética, surgida de aquella revolución. La derrota del nazismo, la Guerra Fría, o cuestiones tan triviales como las grandes mejoras de las condiciones de trabajo vividas por los trabajadores de los países capitalistas no pueden entenderse sin la presencia de la URSS. El miedo a la expansión de la revolución comunista permitió a los trabajadores de todo el mundo librarse de las políticas liberalizadoras y pro-empresa que vivimos en la actualidad.

Y para terminar volvemos a la base del principio. En el texto que acabo de escribir hay dos erratas, concretamente a nivel de fechas, la Revolución de Febrero fue en Marzo y la de Octubre en Noviembre. Bueno, o no del todo, depende de cómo lo miremos. Para un ruso en 1917 ambos sucesos ocurrieron en la fecha que hemos contado, pero por otro lado desde el punto de vista alemán o francés lo hicieron en Marzo y Noviembre. Y es que en una maravillosa metáfora la Rusia Zarista vivía “atrasada” respecto al resto del continente, concretamente 13 días en 1917. El motivo no era otro que el calendario, mientras que desde 1582 la Europa Católica usó el calendario gregoriano, Rusia y otros países ortodoxos (incluso algunos protestantes, Gran Bretaña no lo uso hasta 1752) siguieron usando el Juliano. Esto lleva a curiosidades como que la Revolución de Octubre fuera un 7 de noviembre, es decir, hace 99 años. Y como era de esperar esto tambien fue cambiado por la revolución, tras el 14 de Febrero de 1918 llego, de nuevo, el 31 de Enero de 1918, equiparando a Rusia con el resto de Europa.

miércoles, 13 de julio de 2016

Empleadores, formación y empleo



Ante todo pedir perdón por mi ausencia del blog, la llegada del verano, los estudios de las oposiciones y el cambio de web en LaMediaInglesa y las colaboraciones para el medio me han robado tiempo para dedicar a mi blog, pero vuelvo con un pequeño artículo en el que busco más desahogarme que otra cosa. Os pongo en situación, hoy he leído un artículo en el que se destacaba que en España había problemas para encontrar trabajadores cualificados, sí, en un país con una tasa de paro tan alta… El artículo, como no, iba en la línea de demonizar a la universidad pública española, afirmando que no es capaz de generar los trabajadores que quieren las empresas y que era necesario privatizarla y darle un enfoque más empresarial. En resumen, lo de siempre, el discurso neoliberal que busca permitir la privatización de la educación y obtener réditos económicos con ello.

Obviamente no puedo estar de acuerdo con el artículo, por distintos motivos que mostraré a continuación, pero el principal problema es que nace de un planteamiento erróneo: la universidad no debe estar basada en crear trabajadores. Lo siento, pero la idea no es esa, o como mínimo no puede ser la base de todo. Una universidad, y más la pública (una privada puede especializarse si así lo desea, ahí están las Escuelas de Negocios) debe tener como objetivo formar profesionales para un sector y dotarles de una base y de métodos para seguir aprendiendo; el resto de la formación y la especialización debe ser responsabilidad de la empresa. Por poner un ejemplo, si una empresa necesita un Sénior en Java (o en lo que sea…) tiene dos opciones, o especializa a alguien que ya tiene una base de conocimientos (formado por la Universidad) o contrata a alguien ya formado por otra empresa y le paga de acuerdo a su conocimiento. No hay más. Aunque claro, esto exige unos costes que no siempre el empresario quiere asumir, es más sencillo que de ello se haga cargo el trabajador o el erario público.

Porque el problema de fondo es más grave que echar la culpa a las Universidades y a las “ineficiencias” del sector público, sin querer ver nada más. Obviamente que hay universidades donde la formación podría ser mejor, pero la especialización y el aprendizaje de ciertas herramientas concretas no pueden estar enclavadas dentro de una educación que ha de ser lo más abierta posible para posibilitar, precisamente, la especialización posterior. Las universidades deben dar una base y herramientas que permitan que el egresado, con posterioridad, pueda especializarse en lo que él necesite y el mercado reclame. ¿Motivos? Varios, el primero y principal que no se pueden hacer planes específicos para cada estudiante, es un consumo de recursos imposible de asumir y completamente ineficiente. Por otro lado, ¿Cuál debe ser el plan? En un mundo como el actual, tan cambiante, es difícil elegir una especialización que funcione durante mucho tiempo, complicando la decisión, es por ello que la formación debe depender del trabajador y de la empresa según sus necesidades, no de la institución pública.

Esto nos lleva a otra cuestión, y con esto termino. Llevo un tiempo pensando en que el principal problema de paro que hay en este país hay que buscarlo más bien en la cultura empresarial y no en los propios trabajadores. Me explico, si analizamos con cuidado lo expuesto anteriormente, más allá de la política que busca la privatización de la educación, descubrimos que hay un interés por conseguir que el trabajador llegue formado y preparado a la empresa para empezar a obtener beneficios de su trabajo desde su llegada a la empresa, sin ninguna visión de largo plazo. El cortoplacismo es un problema, la búsqueda del objetivo directo, de conseguir las ventas necesarias y seguir con el trabajo realizado sin mirar más allá del trimestre siguiente.

A ello podemos sumarle otro problema peor, y es la visión del trabajador como un gasto y no como una inversión. En otros países la formación de un trabajador es importante porque se espera que su productividad aumente, aumentando con ello la ganancia de la empresa. En cambio en este país la formación se ve como días de trabajo perdidos. Si te pago para que programes, te pago para que programes, no para que hagas cursos o aprendas otras herramientas. Esto tiene mucho que ver con la idea de que el trabajador es un gasto, algo necesario (es él quien produce, no el empresario) a quien hay que pagarle algo para que venga a trabajar pero que en el fondo es una pérdida de dinero. Esto es lo que hace que a pesar de la mejora económica el paro siga en los niveles que está y no haya bajado más allá de contratos temporales estacionales basados en el turismo. Ya que si la empresa funciona bien para muchos empresarios es mejor seguir hasta ahora, ahorrar el dinero, y no seguir mejorando ni apostando por nuevos trabajadores. Y así es difícil recuperar el empleo. Y no, no es culpa de los trabajadores, por supuesto que no.

lunes, 16 de mayo de 2016

Thank you, Mister Rinaldi.


Este artículo llega tarde pero necesitaba una pequeña maduración para no acabar convirtiéndose en lo que, pese a mi interés en que no lo sea, va a acabar siendo. Una muestra enorme de mi admiración hacia un tipo como Claudio Ranieri y todo lo que ha hecho en el mundo del fútbol. Y es que si la victoria del Leicester en la Premier League es una gran noticia para el fútbol romántico (si, ya sé que el Leicester no es pobre, pero es un modesto, no jodamos) más lo es que el artífice de todo eso no sea otro que Ranieri.

Como valencianista no puedo sino alegrarme de que todo le vaya bien a Claudio, además es difícil no sentirme un poco como los aficionados del Leicester. Para los de mi generación (nacidos a finales de los 80, principios de los 90) con Ranieri llegaron las primeras alegrías y el primer título, aquella Copa de 1999 que significó mucho más de lo que supimos ver por aquel entonces. El inicio de un Quinquenio Mágico que culminaría con el Doblete de Benítez, que tan mal gestionamos y que termino por traernos al “merder” en el que estamos.

Y es que si hablamos de Ranieri no podemos negar que sus tres décadas de carrera merecían un título de este calibre. Aunque su palmarés no está vacío jamás había logrado levantar una Liga, si exceptuamos la Ligue 2 que ganó con el Mónaco en 2013, por lo que esta Premier League es una gran noticia para su carrera. Experto apagafuegos y creador de equipos, lo hizo aquí, lo hizo en Mónaco, lo hizo en el Chelsea… su trabajo jamás había tenido un premio así, y es más que merecido.

Pero la Premier no es solo el reconocimiento a una labor de años, sino al reciclaje que el entrenador italiano ha sabido hacer en los últimos tiempos. Tras el fracaso que sufrió en 2014 al frente de la selección Griega, derrota frente a las Islas Feroe incluida, Ranieri decidió reciclarse y renovar sus métodos para evitar quedarse en el pasado. Aprovecho el tiempo libre con el que contaba para mejorar, se formó y visitó a otros clubes, sobre todo alemanes, como el Bayern de Munich, el Bayer Leverkusen o el Borussia Dortmund y aprendió sobre sus nuevas maneras de entrenar. Al final todo esto culminó con una vuelta a los banquillos lejos de los “focos”, en el modesto Leicester.

Curiosamente la idea era más o menos esa, volver a entrenar en un lugar sin excesiva presión, pero competitivo, y probar lo que había aprendido durante su año sabático. Incluso así se vio en Leicester, donde fue recibido con críticas por parte de algunos aficionados y periodistas que supongo que a día de hoy estarán buscando una buena cueva en la cual esconderse unos añitos… Pero al final las expectativas se han visto superadas y a día de hoy el Leicester, y Ranieri con él, es campeón de liga. Gracias por tu manera de ver el fútbol y hacer posible estas cosas, Claudio.

Y a todo esto, quizá estaría bien empezar a buscar un entrenador del perfil de Ranieri, que venga y ponga esto a punto de una vez, que ya nos vale… Y a ser posible que no se vaya luego, como le pasó a él, y saque todo el partido posible a su trabajo. Bien nos vendría.

jueves, 14 de abril de 2016

Y Saboya acabó hasta la polla



Hoy, 14 de Abril, se celebra el Día de la República, ya que en el mismo día pero en 1931 se proclamaba tras una derrota monárquica en unas Elecciones Municipales la II República Española. En este blog somos muy aficionados a la historia y más aún si es republicana, pero consideramos que la II República y el Golpe de Estado que terminó con ella es un periodo muy estudiado, así que vamos a irnos un pelín más hacia atrás. Porque si hubo una II República es que antes hubo una I República. ¿Es lógico no? Pues vamos a ver como ocurrió.

Sesenta y cinco años antes, es decir, en 1866, España sufría la primera gran crisis capitalista de su historia. La falta de algodón derivada por la Guerra de Secesión Americana hacia quebrar la industria textil catalana y se llevaba por delante, además, a multitud de compañías ferroviarias y con ellas instituciones de crédito. ¿Nos suena? Es lo que tiene el capitalismo, que es una crisis constante. Esto acabó pasando al campo y el desempleo y las malas cosechas terminaron abocando a crisis de subsistencias en 1867 y 1868. Isabel II, incapaz de reaccionar y señalada por muchos como culpable (la corrupción campaba a sus anchas en las compañías ferroviarias, donde la Corona metía el cazo. ¿Nos vuelve a sonar no?) se apoyó en el conservador General Narváez, cerró las Cortes e inicio una represión.

Finalmente a la muerte de Narváez en 1868 una coalición de fuerzas Progresistas y Democráticas, dirigidas por los Generales Prim y Serrano y el Almirante Topete dan un golpe de estado; hacen exiliarse a Isabel II e inician el llamado Sexenio Democrático. Lo que en un principio era un golpe militar, uno de tantos en el S. XIX, acabó convirtiéndose en “Revolución” por el apoyo de la burguesía al golpe, lo que le doto de cierto aire civil.

La idea original era convocar unas Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino, algo que ocurriría por primera vez en España, y delegar en estas la decisión sobre qué modelo de estado crear. Pero el plan no sobrevivió a su choque con la realidad, el presidente del gobierno provisional era el General Serrano, un hombre moderado y conservador que se había rebelado contra la reina buscando poder, se mostró partidario de la monarquía y de buscar un nuevo rey. Esto dividió a las fuerzas que habían apoyado el golpe, pero las elecciones ofrecieron suficiente poder a Serrano para imponer sus ideas, convirtiéndose en Regente.

Y aquí empieza lo divertido. Serrano y Prim empiezan entonces una búsqueda entre las casas reales europeas que acabará ocasionando una gran guerra, cambiará el mapa europeo y servirá para poco o nada. Como era de esperar cada partido tenía su favorito y las potencias europeas también, por ejemplo estaba el francés Duque de Montpensier, Antonio de Orleans, cuñado de la Isabel II y que perdió cualquier opción debido a que mató en un duelo a su primo, Enrique de Borbón, otro cuñado de Isabel II. Muy romántico y decimonónico todo. Eso hizo que el mejor colocado fuera Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, príncipe prusiano y familiar del Kaiser que para los españoles acabo siendo conocido como Leopoldo Ole Ole Si Me Eligen, por la dificultad de su apellido.

Prim, Topete y Serrano subastando la Corona de España
Pero claro, Leopoldo era prusiano y Napoleón III, Emperador de los Franceses, no quería saber nada de tener prusianos en sus dos fronteras. Su insistencia acabo ocasionando la retirada de la candidatura de Leopoldo, pero también la Guerra Franco-Prusiana, su derrota en Sedan, el fin del Imperio Francés, la proclamación de la Comuna de París, la conversión de Francia en una república y la proclamación del Imperio Alemán en la Sala de los Espejos de Versalles. Todo ello por la búsqueda española de un rey, si es que cuando nos ponemos sabemos cambiar Europa sin tercios ni nada; quizá ha llegado el momento de buscar un nuevo rey a ver qué pasa…

Esto llevó al ofrecimiento de la corona a Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha, Rey Consorte de Portugal y que había demostrado una gran habilidad en los asuntos de estado junto a su esposa modernizando el país y aumentando su bienestar. Pero el portugués (aunque de ascendencia alemana) viendo el percal que había en el país vecino declino amablemente la propuesta. Esto dejó a Amadeo de Saboya, segundo hijo del Rey Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña, el rey unificador de Italia. Sobre el papel era un buen candidato: alto, bien parecido, perteneciente a una dinastía prestigiosa, católico, de ideas liberales y progresistas y con un buen currículo, sobre todo a nivel militar, donde había destacado en la Batalla de Custoza frente al Imperio Austriaco. Si a ello le sumamos que no era familiar de los viejos reyes, no mataba primos ni causaba guerras europeas la duda que nos queda es porque no lo eligieron el primero.

Amadeo de Saboya
Ya con Amadeo de Saboya elegido y dispuesto a tomar la corona la cosa empezó a torcerse, el gran valedor del nuevo monarca, el General Prim, entonces Jefe de Gobierno, es asesinado en Madrid y con él la coalición entre progresistas y demócratas moderados que había traído al rey es destruida. A partir de aquí el reinado de Amadeo de Saboya, primera prueba en España de la llamada Monarquía Parlamentaria, será un desastre tras otro. Para muestra un botón, en el sepelio de Prim el nuevo rey le dijo a la esposa del general que encontraría a los responsables, a lo que la mujer añadió: “No tendrá usted que buscar muy lejos, Majestad”, lo que da una idea del nivel de problemas que había en la corte real. En las Cortes tampoco iba a estar más a gusto, por ejemplo nada más jurar la Constitución el líder republicano Emilio Castelar le dijo al rey: “Visto el estado de la opinión, Vuestra Majestad debe irse, como seguramente se hubiera ido Leopoldo de Bélgica (sic, por Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen), no sea que tenga un fin parecido al de Maximiliano I de México...” Hay que recordar que Maximiliano I de México, monarca europeo colocado por Francia en este país latinoamericano, había sido fusilado por sus propios súbditos solo 3 años antes.

Muerto Prim a Amadeo de Saboya en España no lo quería nadie. No solo los republicanos se enfrentaban a él, sino que entre las fuerzas sobre las que a priori podía haber basado su reinado tampoco encontraba estima. Los viejos Carlistas habían vuelto a su deporte favorito de echarse al monte y habían organizado una nueva guerra para colocar en el trono a su candidato Carlos VII mientras que la Iglesia y la Alta Nobleza veían en Amadeo un advenedizo extranjero puesto por los revolucionarios y ansiaban la vuelta de los Borbones en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Y aunque sobre el papel en las Cortes carecían de poder dominaban otras facetas de la vida pública, los republicanos controlaban las grandes ciudades (Gobernaban en 20 capitales de provincia) con sus milicias, los carlistas poseían las zonas rurales de País Vasco, Navarra y Catalunya y la Alta Nobleza y la Iglesia podían hacer la vida en la corte imposible si la boicoteaban, como hicieron. A todo esto había que sumar una nueva guerra en Cuba, que seguía peleando por la independencia.

Amadeo I ante el cuerpo del General Prim
Curiosamente Amadeo de Saboya, vistas las circunstancias, fue capaz de mantenerse en el trono e incluso consiguió en cierta manera reconstruir la coalición que había creado Prim y crear un bipartidismo sobre el cual basar su gobierno (Otra cosa que tampoco es nueva…). De la mano de los Progresistas, de cariz más conservador y dirigidos por Sagasta (Eterno superviviente, será la pata izquierda de la Monarquía siguiente, la de Alfonso XII, junto a Canovas) y de los Radicales Demócratas de Ruiz Zorrilla la monarquía pareció recuperar la normalidad, hasta que la esclavitud hizo saltar todo por los aires. Ruiz Zorrilla buscó solucionar el problema en Cuba aboliendo la esclavitud (aún existía en las colonias por entonces) y entregando mayor autonomía a los cubanos; esto hizo estallar al lobby negrero llamado Circulo Hispano-Ultramarino que inició una campaña brutal para terminar con el gobierno alegando a una posible “rotura de España” si se cedía en Cuba (nos sigue sonando, ¿Verdad?). Finalmente la puntilla llegó, de nuevo, de los militares; el Arma de Artillería, que no deseaba servir bajo un General de Infantería, se enfrentó al rey que acabó por disolverla, disolviendo con ello su reinado.

El 10 de Febrero de 1873 Amadeo de Saboya, hasta la polla de los españoles, abdicaba y se volvía a Italia cansado y asqueado de tratar de gobernar un país que no dejaba gobernarse. “Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha…” El pobre hombre no podía más y otra oportunidad de modernizar el país se perdía. Esa misma tarde las Cortes, ante la evidencia, proclamaban la I República porque no quedaba otra opción realmente… La República, como la monarquía anterior, nació muerta, debido a sus pocos apoyos y la división de los republicanos. Tanto es así que en nueve meses de República se sucederán cuatro gobiernos y un golpe de estado. ¿Y luego? Luego los borbones, los caciques, el turnismo, las dictaduras militares… hasta 1931. Pero eso es otra historia.

La soledad del Rey

martes, 29 de marzo de 2016

Un pantalón genocida




Ayer, comentando el capítulo de Ministerio del Tiempo en Twitter (no hay spoilers, tranquilos), serie que os recomiendo profundamente, tuve una pequeña conversación sobre el “Rayadillo”, el uniforme de las tropas coloniales españoles que pudo verse en la serie. Este uniforme fue adoptado en 1868 y duró hasta el final de las colonias españolas de ultramar en 1898 y era un intento de adaptarse a la pólvora sin humo y buscar uniformes de baja visibilidad. El “Rayadillo”,  como su propio nombre indica, buscaba conseguir esto gracias a la superposición de rallas azules y blancas, lo que le daba de lejos un tono azulado que podía confundirse con el paisaje.

¿Y porque hablo de esto? Porque hoy vamos a hablar sobre uniformes de baja visibilidad y como las distintas naciones trataron de adaptarse a la pólvora sin humo y a la necesidad de confundirse con el paisaje para no convertir a sus soldados en dianas andantes. Los uniformes multicolores y coloridos típicos de las Guerras Napoleónicas habían ido quedándose anticuados durante el S. XIX debido al avance de la tecnología militar, que había aumentado el alcance útil de muchas armas y con ello la distancia a la que se combatía. Esto se sumaba a la aparición de la pólvora sin humo, que permitía que el campo de batalla no se viera envuelto en una neblina que ocultaba amigos y enemigos y convirtiendo la necesidad de confundirse con el terreno en algo importantísimo.

Las primeras pruebas llegaron en la Guerra de Secesión Norteamericana entre 1861 y 1865, donde el Ejercito Confederado empezó a vestir de gris, complicando con ello el tiro de los unionistas. Pese a la derrota sudista algunos tomaron nota de la importancia de disimular sus uniformes, entre ellos España, que estrenaría el “Rayadillo” solo tres años después. Curiosamente las grandes potencias europeas tardaron bastante más en adaptarse a los nuevos tiempos y solo Reino Unido, tras los problemas sufridos durante la Segunda Guerra Bóer (donde fueron cazados como conejos por los tiradores afrikáans, que pese a no usar uniformes sí que vestían de colores oscuros) adoptaron nuevos uniformes antes de la llegada del S. XX.

El Rayadillo en el Ministerio del Tiempo

Por poner un ejemplo cuando los estadounidenses desembarcaron en Cuba durante la Guerra de 1898 algunos españoles destacarían que su uniforme azul vivo los convertía en dianas perfectas, lo que explica el alto número de bajas que sufrieron frente a las mal suministradas fuerzas españolas pese a ser una guerra corta y victoriosa. Bueno, a este ratio de bajas también ayudo el maravilloso fusil Mauser (que también usarían los Bóers) y el combatir a la defensiva, pero la idea general es que ante la potencia de fuego moderna lo mejor era ser lo menos visible posible.

Por tanto podemos decir que a inicios del S. XX quien más y quien menos ya había visto la efectividad de los uniformes apagados para no ser cazados como conejos en caso de guerra. Pese a ello potencias como Alemania, Rusia o Austria-Hungría necesitarían aun la primera década del siglo para adoptar los uniformes y aun lo harían entre las protestas de muchos de sus líderes. Por ejemplo el Emperador Francisco Jose I consideraba el nuevo uniforme austrohúngaro vulgar, mientras que el encargado de explicarle al Kaiser Guillermo II las ventajas de los nuevos uniformes calificó la reunión con el monarca como desagradable.

Pero una de las potencias llegó tarde al cambio, hablamos, como no, de Francia. Y eso que curiosamente durante toda la época de la Paz Armada se mostraron abiertos a las mejoras tecnológicas y adaptaron todos los avances que pudieron a la guerra. Si señores, aunque suene extraño la Francia posterior a Napoleón hizo un buen trabajo en algún momento de su historia en el ámbito militar. La derrota en la Guerra Franco-Prusiana de 1870 les había despertado del letargo de autocomplacencia en el que vivían desde las Guerras Napoleónicas y había hecho que los 40 años anteriores a la Primera Guerra Mundial su ejército se convirtiera en una maquina casi perfecta.

Soixante-Quinze francés
Con una guerra frente a Alemania en el horizonte Francia era consciente de que estaba en inferioridad, sobre todo demográfica. No es solo que la población alemana fuera mayor, es que además crecía mientras la francesa se mantenía estancada. Crearon un estado mayor, aumentaron el servicio militar, prepararon una movilización perfecta… Y a ello le sumaron avances tecnológicos como su maravilloso cañón de 75mm, el Soixante-Quinze francés, el primer cañon de tiro rápido (no necesitaba ser reapuntado tras cada disparo) y que no solo sería básico durante la Gran Guerra sino que incluso llegaría a ser usado en la Guerra Civil Española casi 30 años después.


Entonces, ¿Qué ocurrió con los uniformes? Que simplemente llegaron tarde. Hasta antes de la Gran Guerra el Ejercito Francés usaba un uniforme muy característico, casaca azul, pantalón rojo y el quepis azul en la cabeza. Nada de baja visibilidad ni cascos de acero; todo muy elegante y napoleónico, además de patriótico. En el fondo el rojo y el azul, junto a correajes y otros detalles en blanco, eran los colores de Francia y se esperaba que el soldado francés, vestido con la tricolor, combatiera con mayor ahínco contra los enemigos de su patria. Y este, y no otro motivo, fue el que llevo a los franceses a entrar en la Gran Guerra como dianas andantes.

Y ojo, los motivos no fueron militares, sino mucho más prosaicos. Los teóricos militares hicieron bien su trabajo y tan pronto como en 1903 y al calor de la Segunda Guerra Bóer empezaron los experimentos para cambiar los uniformes y adaptarlos a la nueva manera de hacer la guerra. La primera prueba, como no, siguió la moda afrikáans y se llamó “tenue boër”, ya que incluso incluía un sombrero semejante al que usaban los combatientes sudafricanos. Pese a todo no gusto en el ejército e incluso uno de los oficiales de los regimientos con el nuevo uniforme llego a decir a sus hombres que aunque ahora tuvieran un uniforme “feo” seguían perteneciendo al ejército francés.

El "tenue boër"

Las pruebas continuaron y en 1911 ante la evidencia de la necesidad de un cambio se probó con el “tenue réséda” que pese a su color verde grisáceo y su capacidad para confundirse con el terreno no recibió sino críticas desde todos los ámbitos: fue pitado en un desfile, criticado por los conservadores por ser poco patriótico y por algunos militares por eliminar el rojo, que era lo que daba valor a la tropa. Incluso la prensa llegará a decir que es un uniforme de mozo de cuadra y acusa a los francmasones de crearlo para reducir el prestigio del ejército.

El "tenue réséda"

Así las cosas las discusiones llegarían hasta 1913 cuando con los conservadores en el poder el Ministro de Defensa Eugène Étienne llegara a decir en la Cámara de Diputados que “Supprimer le pantalon rouge? Non! Le pantalon rouge, c´est la France.” (¿Suprimir el pantalón rojo? ¡No! ¡El pantalón rojo es Francia!) Y con esto quedó cerrada la discusión hasta que al año siguiente, a las puertas de la guerra y con un nuevo Ministro de Defensa, Adolphe Messimy, se decidió por fin adoptar el “tenue bleu-horizon” como nuevo uniforme. ¿El problema? Que tantas discusiones hicieron que la decisión llegara tarde, por lo que no llegó a las tropas hasta 1915.
El "tenue bleu-horizon", por fin un uniforme decente

Así que durante los primeros meses de la guerra los franceses tuvieron que combatir con su patriótico y elegante pero poco práctico uniforme, convirtiéndose en dianas andantes para los tiradores alemanes. Ello, sumado a la táctica francesa que insistía en el ataque a ultranza (con oficiales a caballo y sable en mano) y a pecho descubierto contra ametralladoras, alambradas y tiradores, hizo que nada más durante la Guerra de Movimientos de 1914 los franceses perdieran algo menos de medio millón de hombres entre muertos y heridos.

Obviamente no todo fue culpa del uniforme, pero sí que muchos tiradores alemanes destacaron que la vistosidad de los franceses facilitaba la puntería y ayudaba a hacer blanco en ellos. Otros, como Edwin Rommel, añadirían al peligro del uniforme francés las cacerolas y enseres para hacer la comida que los soldados llevaban al cuello, levantando reflejos que facilitaban verles entre los campos de maíz. Pese a todo, podemos decir que con total seguridad el pantalón rojo del uniforme francés es una de las prendas de ropa que más muertos ha causado en la historia.
Todos ordenaditos para morir por Francia

miércoles, 9 de marzo de 2016

La importancia de la palabra


No es la primera vez que trato en este blog sobre temas relacionados con los problemas de la izquierda para encontrar un discurso valido y que llegué a los trabajadores. Y es que si en un momento pasado hablamos de cómo el Frente Nacional Francés conseguía avanzar electoralmente con muchas ideas, sobretodo en la vertiente económica, que podían considerarse de izquierdas la más que previsible victoria de Donald Trump en las primarias republicanas estadounidenses con unas ideas que cuadrarían perfectamente en cualquier partido de izquierdas (otras no, obviamente…) no deja de apoyar la teoría.

Pero hoy vengo a hablar de otras cosas. Ayer, día 8 de Marzo, fue el Día de la Mujer Trabajadora, y quizá debería haber subido este artículo ayer, pero quería dejar pasar el tiempo porque quería realizar un pequeño experimento que os mostraré al final. Por ponernos en contexto, el día 8 de Marzo conmemora la lucha de todas las mujeres trabajadoras por conseguir la igualdad respecto a los hombres. Con ello se busca homenajear todos los avances conseguidos y reclamar todos los que quedan por conseguir.

Es importante esto último. El 8 de Marzo no es el “Día de la Mujer”, sin más, es el “Día de la Mujer Trabajadora”. No es una celebración, ni motivo de júbilo, ni nada parecido a cualquier otra fiesta del Corte Ingles. Es por ello que ayer tuve distintas discusiones, tanto en Twitter como en otros medios, sobre la importancia de la última palabra, porque no es posible separar esta reclamación de igualdad de otras semejantes basadas en la lucha obrera. Porque la opresión es inherente al sistema capitalista y no es posible librarse de ella sin terminar con él también.

Es por ello que actos como los famosos carteles de Podemos, más allá de la poca consideración de poner a hombres como sus protagonistas, no son más que propuestas que complican la lucha. La eliminación de la palabra trabajadora en unos carteles de una formación que dice llamarse de izquierdas es un error enorme, incluso una traición. Pero no debería de extrañar a nadie, es otro paso más hacia la eliminación de cualquier referencia a la lucha obrera en la política “oficial”. Es más importante cambiar el nombre al Congreso de los Diputados que plantearse que hacer para lograr una igualdad real… Porque claro, cuando empiezas a plantearte cómo lograr dicha igualdad los pilares del sistema capitalista se tambalean, y eso no interesa a nadie, ni siquiera a los “progresistas”.

 Y para terminar el pequeño experimento, ayer publique en Facebook dos comentarios sobre el tema. Uno bastante neutro, simple, políticamente correcto, y sencillo de leer y digerir. ¿Conclusión? Éxito tremendo. Muchos Me Gusta y Compartidos. Es fácil de compartir y no se “moja” en exceso. Un tiempo más tarde publique otro escrito, más complejo, y escrito por Lenin, donde se incluían otras ideas quizá con menor aceptación política. ¿Qué ocurrió? Comparad los números…