Australia es un país extraño.
Supongo que vivir en un enorme desierto
solamente habitable con cierta comodidad en un pedazo de la costa (miren un
mapa australiano, todo el mundo vive en el cuadrante sureste de la isla) y
rodeado de animales extrañísimos (¿Qué coño es un ornitorrinco?) hace del
australiano un tipo especial. Si a ello le sumamos que son una nación relativamente
joven, ya que fueron colonizados a finales del S. XVIII, o que los británicos usaron
el país como colonia penal durante años, usando a los presos como colonos, solo
nos queda la conclusión de estamos ante un lugar especial.
Canguros
Un Emu, gran enemigo del aussie |
Hoy, almorzando con unos
amigos, hemos llegado a la conclusión de que el australiano es una mezcla entre
británico y redneck (el blanco de los estados sureños de Estados Unidos) y que
cualquier habitante de la enorme isla-continente se adaptaría a la vida en
Alabama en un par de días. Para muestra de su todo esto simplemente hay que recordar
que durante los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial los australianos declararon
la guerra a un animal autóctono, como es el Emu, y se dedicaron a cazarlo
usando medios militares como ametralladoras, guerra que acabaron venciendo los
animales a los que no pudieron exterminar.
Pese a esta derrota frente a
unos patos extraños no hay que despreciar al Ejercito Australiano como si
fueran franceses. Es más, en ambas guerras mundiales combatieron junto a sus
parientes británicos y lo hicieron con una eficacia asombrosa, destacando en
batallas como el Desembarco de Galípoli en la Primera Guerra Mundial. Además
combatieron siempre lejos de sus tierras y lo hicieron con la misma bravura que
si lo hubieran hecho para defender su isla.
Yankis
Y es que el interés en invadir
un trozo de piedra sin ningún valor es muy bajo, pese a ello en 1941, en plena
Segunda Guerra Mundial, parecía que por fin la isla estaba en peligro, con los
japoneses a las puertas. Y para mayor peligro el ejército aussie se encontraba,
fiel a su lucha incansable en guerras que no eran suyas, combatiendo en Oriente
Próximo para defender las posiciones británicas en aquella estratégica zona.
Sin nada para parar a los japoneses y con los ingleses desbordados la solución solo
pasaba por pedir ayuda a los norteamericanos.
Y los norteamericanos,
encantados de tener un aliado en el pacifico para combatir a Japón, acudieron
raudos a socorrer a los australianos. Brisbane, ciudad del norte de Australia,
se convirtió en su cuartel general y en navidad de 1941 los soldados
norteamericanos llegaron dispuestos a defender la isla de una posible invasión japonesa.
Y curiosamente aunque los japoneses finalmente fueron detenidos antes de llegar
a suelo australiano, sí que se produjo una invasión, concretamente de
norteamericanos.
Alrededor de un millón de
estadounidenses pasaron por Brisbane durante los años de la guerra, esto en un país
de poco más de siete millones de habitantes era una autentica invasión. Tanto
es así que esta invasión trajo la mayor batalla producida en suelo australiano.
¿Entre japoneses y anglosajones? No, entre los propios anglosajones.
Australianos y norteamericanos protagonizaría esta batalla, la Batalla de
Brisbane.
La batalla de Brisbane
Esta empezó el 26 de noviembre
de 1942, cuando los norteamericanos llevaban alrededor de un año emplazados en
la ciudad. Curiosamente fueron bien recibidos en un principio, y sus oficiales,
la gran mayoría señoritos sureños corteses y elegantes, hicieron buenas migas
con sus homólogos australianos, que tenían gran semejanza con ellos. El
problema existía más bien con la tropa, proveniente en su gran mayoría del
oeste de Estados Unidos y que veía a los australianos como unos barbaros.
Y no les faltaba razón. El
australiano medio de la época gustaba de beber, beber, volver a beber, y una
vez no podía absorber más alcohol dedicarse al deporte nacional por excelencia.
La trifulca de bar. Y ojo, como todo deporte tenía unas reglas que a día de hoy
aún siguen presentes en muchos lugares. Y
es que la trifulca de bar anglosajona consiste en solucionar problemas a
puñetazos pero sin entrar en lo personal, tanto es así que una vez solucionado
el tema a tratar no era extraño ver a los implicados tomándose unas pintas tan
tranquilamente. A ello hay que sumarle sus métodos evolutivos, basados en beber
y hacer “demostraciones de hombría” esperando que las mujeres se fijaran en
ellos, cosa que usualmente no solía suceder.
Esto último también fue un
problema. Los norteamericanos que llegaron a Australia no solo llevaban consigo
el atractivo de lo exótico, sino que venían con mucho más dinero y elegancia que
los nativos. Y claro, entre unos hombres que se dedicaban a beber hasta perder
el sentido y otros que les podían llevar a los bares de moda (donde solo los
norteamericanos podían pagar la entrada) y que además se dedicaban a escucharlas
y bailar con ellas las australianas no dudaron y se inclinaron por los recién llegados.
Todo esto creo un clima de
desconfianza que acabo estallando aquel día de noviembre. En una de las céntricas
calles de Brisbane un soldado norteamericano y tres australianos se encontraban
charlando tras haber saboreado una cantidad excesiva de cerveza cuando apareció
un miembro de la Policía Militar norteamericana y ante el estado de su
compatriota le pidió que se identificara. Por supuesto, aquello no fue fácil ara
el soldado que tardo más de la cuenta en localizar sus papeles, lo que hizo que
el policía le increpara. Aquello fue un error. Los australianos tienen en su
ADN escrito la defensa del débil y le pidieron al policía que se tranquilizara
y dejara al chaval en paz. Este, al verse rodeado por los coloniales, mas
fornidos que él, cometió un segundo error, esta vez fatal. Saco su porra.
Como habíamos explicado antes
en el carácter australiano esta la trifulca de bar, algo establecido y con unas
reglas claras. Y por supuesto sacar una porra para solucionar un conflicto que se
puede solucionar a golpes es algo completamente descortés, como los aussies se
encargaron de demostrar al policía militar, al que la porra no le sirvió de
nada. El altercado como era de esperar atrajo a otros policías militares, que
lograron rescatar a su compatriota, pero para ello tuvieron que recurrir a sus
porras, soliviantando a mas australianos y convirtiendo el centro de Brisbane
en una batalla campal. Y en medio de aquella batalla campal alguien disparo una
escopeta y mató a un australiano e hirió a varios otros, convirtiendo aquella
trifulca en una cuestión nacional y dejando a punto de caramelo que Australia
se uniera al Eje.
Al final no se llegó a tanto
pero sí que la ciudad vivió un par de días de terror con soldados australianos
cazando a sus aliados norteamericanos y apalizandolos, usando para ello desde
señales de tráfico hasta adoquines o las hebillas de sus cinturones. Finalmente
los manguerazos de la policía y el acuartelamiento de los soldados consiguieron
tranquilizar a las masas, dejando un muerto y alrededor de cien heridos, la
gran mayoría norteamericanos. Por tanto no solo Brisbane es la mayor batalla jamás
luchada en territorio australiano, sino que es la mayor victoria de Australia
defendiendo su país.
Daños tras la batalla |
Dedicado a @Paucsie,
@SerphKun y @missherowndream,
cuyo almuerzo con ellos ha hecho que hoy escriba esto.
Me alegro de haber servido de inspiración... ¡La guerra de los Emús merece ser recordada!
ResponderEliminarOoh dedicado y todo <3
ResponderEliminarAustralianos <3
ResponderEliminarGracias por pasaros y comentar, guapos
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