Cuando
un viajero llega por avión a Bremen uno de los primeros edificios que ve,
rodeado de bosques y a la orilla del rio Weser, es el Weserstadion, estadio
donde juega sus partidos como local el Werder Bremen, equipo de la ciudad y un clásico
de la Bundesliga. Por cierto, este sábado jugo contra el Mainz y fue
espectacular ver a todos sus aficionados reunidos en las plazas de la ciudad
bebiendo y tomando algo antes de ir a ver el partido, ojala se viera ese
ambiente en España.
Eso
sí, a cualquier aficionado valencianista, como yo, lo primero que se le pasa
por la mente cuando se habla de Bremen es Vicente Rodríguez, y de aquel fatídico
29 de Septiembre de 2004 cuando jugando un partido de Champions League en el
Weserstadion su tobillo izquierdo explotó y con él su carrera deportiva al máximo
nivel. Y es que aquel día, con la salida de Vicente en camilla del campo del
Werder Bremen, también terminó aquel Valencia C.F. que sorprendió a todos tanto
en Liga como en Europa.
No
lo negaré, de aquel equipo del doblete que Benítez logró ensamblar siempre
consideré a Baraja como la estrella, el jugador diferente, el jugador que
llevamos casi 10 años buscando y aun no hemos sido capaces de encontrar (no se
equivoquen, Parejo no es Baraja, ni mucho menos). Pero entre los grandes
jugadores de ese equipo, junto a Ayala y Cañizares, si que situaría a Vicente Rodríguez,
para mí, y para muchos, el mejor extremo zurdo del mundo en aquel momento.
Y
a partir de aquella lesión nada volvió a ser lo mismo, la recuperación no fue
la correcta y el jugador entró dentro de una espiral de lesiones y problemas físicos
que no solo lastraron su rendimiento sino que psicológicamente le afectó y el
miedo a recaer de su lesión acabó por convertirlo en un futbolista con
excesivas dudas para rendir a su nivel. Pese a todo siguió en el equipo y
curiosamente cuando las lesiones les respetaron siguió demostrando su nivel
hasta el final.
Pero
el problema de Bremen no fue la lesión de uno de los puntales del equipo, sino
que a partir de ahí pareció romperse toda la mística del viejo equipo de Benítez,
y a partir de aquí aunque el Valencia, como Vicente, siguió compitiendo, jamás volvió
a mostrar la misma capacidad para competir que había mostrado en los tres años
anteriores. Todo acabó en Bremen; no solo la gran forma de Vicente, es por eso
que pasar por el Weserstadion hace temblar a cualquier valencianista.
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