No es extraño encontrar en
estos tiempos que corren a mucha gente que opina que el mundo moderno ha
convertido al ser humano en un ente que solo persigue la acumulación de dinero
para ser feliz. Esta afirmación, que no deja de ser correcta, olvida que la búsqueda
de beneficios económicos es algo que dista de ser una cuestión moderna y se
hunde en los anales de la historia. Desde la expansión romana en busca de
nuevas tierras de cultivo y esclavos hasta las guerras imperialistas por
pedazos de África, nuestra civilización se ha movido siempre con un objetivo:
lograr un beneficio.
Y fue esta búsqueda de
beneficios, y no otro motivo, la que empujo a Europa al descubrimiento y colonización
del mundo. ¿Curiosidad e interés científico? El justo. Fue la búsqueda de una
ruta sin intermediarios (más beneficios por tanto) hacia las riquezas asiáticas
la que lanzo a Portugal a bordear África durante el S. XV, y fue la búsqueda de
esta misma ruta, pero de una manera más directa, la que llevo a Cristóbal Colon
a descubrir América en 1492. Tanto es así que el descubrimiento de que se
trataba de un nuevo continente que necesitaba inversiones y ofrecía poco comercio
hizo que solo 10 años después de su descubrimiento siguiera la exploración en
pos de superarlo y poder llegar a la rica Asia de la que hablaba Marco Polo.
Atravesar América
La exploración de las costas
de América llevó al descubrimiento, en 1520, por parte de Hernando de
Magallanes del estrecho que lleva su nombre al sur del continente, ruta que permitía
internarse en el Océano Pacifico y seguir la ruta hasta Asia. Pero esta ruta
tenia diversos problemas: el cruce del estrecho era peligroso, la travesia era
excesivamente larga y la peor para las otras potencias europeas, estaba
controlada por España, potencia mundial de la época. Con los tres caminos
bloqueados: el terrestre por los musulmanes, la ruta africana por Portugal y la
americana por España, países como Francia o Inglaterra tuvieron que buscar su
propio camino. Empezaba la búsqueda del Estrecho del Noroeste.
El Estrecho del Noroeste, o
Paso del Noroeste, era un paso que se suponía que permitiría superar América
por su zona superior y bordeando su territorio llegar a Asia. Por supuesto, era
un paso atractivo para los comerciantes del norte de Europa ya que era más rápido
y directo que los otros y estaba libre del control hispanoportugués. Esto hizo
que marinos como John Cabot, Martin Frobisher o Willem Barents buscarán en la
costa norte de Norteamérica la entrada a dicho paso, pero sin éxito. Pese a
todo consiguieron explorar y colonizar territorios, lo que al final también sería
beneficioso para sus naciones.
Estos fracasos hicieron que
los europeos dejaran de buscar el paso durante casi 200 años, por considerarlo
imposible. Solo la llegada de Rusia al Pacifico y la exploración que realizo el
danés a servicio de los zares Vitus Bering de Alaska en el 1728 resucito el
interés en el paso. No parecía seguro que el paso existiera, pero su
exploración permitió descubrir y colonizar dicho territorio, llevando el
comercio europeo hasta aquellas latitudes.
La hazaña del "Octavius"
Seria precisamente la llegada
de este comercio la que demostraría la existencia de dicho paso, aunque con una
historia que es digna de contar, ya que fue realizada por un buque fantasma. El
año 1762 el comercio que se realizaba en Alaska llevó al buque británico Octavius,
que regresaba de una expedición comercial a China, hacia la entrada del paso.
No se sabe si fue una tormenta o fue una decisión de su capitán, pero el
Octavius se internó en las frías aguas del Océano Ártico entrando en un paso no
se había comprobado que existía.
Y fue el Octavius quien
demostró su existencia, ya que fue el primer buque que logró superar el Paso
del Noroeste y que alcanzó desde el Océano Pacifico el Océano Atlántico por el
norte de América. El cruzar el paso fue algo meritorio, obviamente, pero se vio
eclipsado por un pequeño problema. Y es que el siguiente buque que tuvo
contacto con el Octavius fue un ballenero danés, el Herald, que faenaba cerca
de Groenlandia cuando lo vio aparecer entre la niebla el 11 de Octubre de 1775.
Si, como lo oyen, el Octavius tardó trece años en recorrer el paso y lo que es
peor, toda su tripulación murió congelada durante este lapso de tiempo; por
tanto podemos afirmar que todo el mérito de la acción se ve ligeramente empañado
por dichos problemas.
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Posible recorrido del "Octavius" |
Por supuesto, conocemos esto
gracias a la tripulación del Herald que abordó el barco junto a su capitán aquella
mañana de Octubre, encontrando algo que no esperaban. Para empezar encontraron
a la tripulación del Octavius bajo la
cubierta, cubierta por ropa de abrigo y mantas pero muerta de frio y en
perfecto estado debido a la congelación. A este espectáculo funesto se sumó lo
que encontraron en la cámara del capitán. Cuatro personas se encontraban allí,
en la misma postura en la que habían muerto: el capitán escribiendo en el cuaderno
de bitácora, una mujer recostada en la cama mirando a un hombre junto a un
monten de serrín y con yesca y pedernal y un niño junto a él abrazado a un
muñeco de trapo. Habían muerto peleando hasta el final por conseguir un fuego. Aquella
escena hizo que la tripulación del Herald abandonará el barco asustada, tras
amenazar a su capitán con un motín si no lo hacían.
De regreso al ballenero la
tripulación soltó amarras con el buque inglés, que siguió su camino perdiéndose
de nuevo en la niebla. Pero su capitán había conservado el cuaderno de bitácora
de su homologo inglés y, aunque faltaban hojas, seguramente arrancadas para
encender fuego, pudo descubrir gracias a las que quedaban que habían salido de
Inglaterra rumbo a China el 10 de Septiembre de 1761 y que al parecer el capitán
había muerto, o esa era la última entrada que había, el 11 de Noviembre de 1762,
tras estar 17 días varados en la banquisa ártica. Por tanto, llegó a la
conclusión de que aquel buque fantasma había recorrido el Paso del Noroeste y
que por tanto, dicho paso era real y existía.
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Ejemplo de banquisa donde encalló el Octavius |
Obviamente, ahora sabemos que
el paso existe, pero hasta aquel momento se dudaba de su existencia y se creía que
era imposible de recorrer, por lo que la hazaña del Octavius, pese a su fatal
desenlace, demostró que la posibilidad de recorrer el paso era real y relanzó
el interés por descubrirlo. Esto hizo que en los siguientes dos siglos diversos
exploradores, la gran mayoría británicos o financiados por la Royal Navy (en el
fondo quien controlaba Canadá era la Corona Británica) exploraran las distintas
partes del paso, tanto desde el mar como desde tierra, siendo una expedición
dirigida por Robert McClure en 1845 la primera en recorrer el paso, pero no
completamente por mar, sino cubriendo diversas partes del recorrido con
trineos.
El triunfo de Amundsen
No fue hasta 1906 cuando el
noruego Roald Amundsen, descendiente de esos grandes marineros que fueron los
vikingos, se convirtió en el primero hombre, vivo, que atravesó por mar el Paso
del Noroeste a bordo del velero con motor de queroseno Gjøa en una expedición
que empezó con mal pie, ya que se vio obligado a huir de sus acreedores. Pese a ello el noruego fue capaz de recorrer
el paso, eso sí, en un viaje de tres años al verse obligado a tener que
detenerse durante los inviernos debido a la banquisa. Por tanto el paso era
navegable, pero no acortaba distancias y otros trayectos como el que pasaba por
el Canal de Panamá o de Suez seguían siendo más rentables económicamente, por
lo que no se explotó el éxito y Amundsen tuvo que dedicarse a otras cosas, como
llegar al Polo Sur en 1911.
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El Gjøa |
A día de hoy el Paso del
Noroeste sigue sin ser rentable económicamente debido a que solo está abierto y
libre de hielos durante un periodo de alrededor de dos meses en verano, cuando
la banquisa se retira. Por supuesto, nuestra tecnología nos permite recorrerlo
con ayuda de rompehielos durante todo el año, pero sigue sin ser barato pese al
ahorro en tiempo que supondría (de Londres a Osaka hay 15.700km por el paso,
frente a los más de 20.000km que suponen Suez o Panamá) Pese a todo el cambio climático
acecha y es posible que sea navegable durante gran parte del año en un plazo de
no más de dos décadas, por lo que las potencias se preparan, como siempre, para
controlar el Ártico y este paso estratégico que, con la ley en la mano,
pertenece a Canadá. Curioso final, tan prosaico, para un paso descubierto por
un barco fantasma.