miércoles, 7 de octubre de 2015

El judío que no jugó para Hitler



La relación entre la política y el deporte no es algo que haya inventado el FC Barcelona o Pep Guardiola, no, ni mucho menos. Esta es una relación que viene de muy lejos y que fue dominada con maestría por las grandes dictaduras totalitarias. ¿Quién no recuerda los mundiales de Italia en 1934 y 1938 o de Argentina en 1978? Pero curiosamente a quien peor le salió lo de usar el deporte como propaganda fue a Adolf Hitler, y no solo por las Olimpiadas de Berlin y Jesse Owens, como ahora veremos. Por supuesto, hubo otros casos, pero ya los veremos en otro momento.

Esta historia empieza antes, mucho antes, y además lejos de Alemania. En 1903 nacía en Jihlava, ciudad checa dentro del Imperio Austro-Húngaro, hijo de un empobrecido herrero judío, Matthias Sindelar. Perteneciente a dos minorías dentro del Imperio, checo y judío, y a la clase obrera, poco podía indicar que el pequeño Matthias acabaría convirtiéndose en el mito en el que se convirtió. ¿Cómo fue esto posible? Gracias al fútbol.

Sindelar, debido a la necesidad que tenía su padre de buscarse la vida, se trasladó a Viena siendo muy joven y residió, como muchos otros de los recién llegados a la capital imperial, en el barrio obrero de Favoriten. Y fue en sus calles donde creció y empezó a darle patadas a un balón mientras a su alrededor el Imperio Austro-Húngaro perdía una guerra que jamás debió iniciar y se convertía en un pequeño país llamado Austria. Y fue tal su habilidad con el balón que con 15 años, una vez finalizada la guerra se uniría a la escuela del Hertha de Viena. Pero sería en el Austria Viena, al que llegó en 1924 con 21 años, donde se convirtió en leyenda.



Y no pudo hacerlo de mejor manera, bien es verdad que el Austria de Viena era el mejor equipo del país, pero con Sindelar al mando se convirtió en un vendaval imparable. Tres copas de Austria (1924, 1925 y 1926) y una Liga Austriaca (1926) y dos subcampeonatos (1924, 1925) llegarían a las vitrinas del club en aquellos años. Luego el equipo decayó y aunque aún levanto tres Copas en 1933, 1935 y 1936 el dominio no fue absoluto. Pero es que en realidad su carrera en clubes nos interesa poco, lo importante lo hizo en la selección.

Austria se había visto, tras la Primera Guerra Mundial, relevada al ostracismo. Sí, siempre se ha dicho que el trato de paz con Alemania fue duro, pero en realidad quien pago los platos rotos fue Austria. Privado de cualquier territorio que no fuera germánico, privado de su dinastía gobernante desde hacía siglos y privado de cualquier opción para recuperarse el país pasó de ser una potencia europea a un país insignificante. Y es aquí donde Sindelar ofreció su mayor servicio a su país.

Y es que en un momento donde la moral de la población estaba por los suelos la selección de fútbol de Austria se encargó de dar a sus compatriotas un motivo por los cuales sentirse orgullosos. Y es que en 1934 la selección austriaca se plantó en las semifinales del Mundial de Italia para perder frente a la anfitriona y posterior campeona en un partido “parcializado a favor de los locales”. Pero eso no fue todo, sino que en 1938 llegó el gran momento de Sindelar.

En aquel entonces las tensiones entre Austria y Alemania no habían hecho más que aumentar e incluso el partido nazi austriaco había ido tomando paulatinamente el poder en el país hasta que el 12 de marzo de 1938 se produjo el “Anschluss”, es decir, la unión de Austria con Alemania. Esto, como no, también afecto al fútbol y los futbolistas austriacos, que eran de un gran nivel, pasaron a competir bajo la bandera alemana y para celebrarlo se disputó en Viena un partido final en el que se enfrentaron ambos países el 12 de Abril de 1938.



Este partido, programado como una fiesta nazi y de hermanamiento entre ambos partidos estaba preparado para ser una victoria alemana, y es que aunque el nivel austriaco era superior nadie esperaba que los austriacos compitieran por el partido. Y así fue durante la primera parte, con Sindelar y sus compañeros jugando correctamente pero sin llegar a agujerear las redes alemanas; fallando incluso a propósito según algunas crónicas. Y con empate a cero se llegó al descanso, pero nada más salir de la caseta ocurrió algo inesperado, Austria inaugura el marcador con gol de Karl Sesta llevando la locura a las gradas del Prater de Viena. Y este fue el detonante del final de la carrera de Sindelar.

Cansado de tener que fallar para evitar herir la sensibilidad alemana Sindelar, no sin razón llamado “El Mozart del Fútbol”, decidió dejar de fallar a propósito; por lo que en la primera ocasión que tuvo no dudo en fusilar al portero alemán y subir el 2-0 al marcador. Pero si esto ya era un problema lo que ocurrió después lo acabo de condenar; Sindelar celebró el gol y en vez de levantar el brazo ante Hitler y la plana mayor nazi optó por bailar frente a ellos entre los aplausos de sus compatriotas. Acababa de firmar su sentencia de muerte.


Como es obvio jamás volvió a vestir los colores de Austria y ni siquiera de la selección alemana, que aun trató de reclutarlo para el Mundial de 1938, sin éxito. Quizá de haber aceptado su historia hubiera cambiado, pero no contento con eso siguió combatiendo al nazismo. Cuando tras la Noche de los Cristales Rotos empezó la persecución de los judíos Sindelar, que tenía ascendencia judía, no abandonó a sus amigos hebreos sino que siguió manteniendo el contacto con ellos, protegiéndoles o dándoles empleo si lo necesitaban. Esto terminó por condenarle ante los invasores de su país. El dia 23 de Enero de 1939 Sindelar y su novia, Maria Castagnola, morían en su casa debido a una intoxicación por monóxido de carbono procedente de una estufa.

O como mínimo eso decía la versión oficial, pero como es obvio habían sido asesinados por la Gestapo. Curiosamente esta versión acabó siendo un error propagandístico nazi, que parecía no tener suerte cuando de atacar a Sindelar se trataba. Una muerte por asesinato, o por suicidio, privaba al muerto de un funeral de estado. Pero un accidente no lo hacía. En su último adiós Matthias Sindelar reunió en Viena a 40.000 personas, todos compatriotas henchidos de orgullo, y no precisamente por lo que “El Mozart del Fútbol” era capaz de hacer con un balón.

A principios del S. XXI Sindelar fue elegido por los austriacos como el “Mejor deportista austriaco del S. XX”, por delante de mitos como Hermann Maier (Medallista Olímpico de Esquí) o Nicki Lauda (tres veces campeón del mundo de F1). Y es que no todo son logros deportivos…


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