Hay alimentos que asociamos a países,
como el jamón a España, la pasta y la pizza a Italia o el Fish & Chips al
Reino Unido. Curiosamente en el caso francés podemos encontrar distintos
productos que cumplen con este fin, como puede ser el queso, pero lo
verdaderamente característico es el champan. Y ha hecho méritos más que
suficientes para serlo, llegando incluso a salvar el país cual Juana de Arco. ¿Qué
no me creéis? Seguid leyendo.
Ha llegado el gran momento,
vamos a hablar de Francia y las Guerras Mundiales. Ya aviso que tendremos otros
artículos basados en Francia y las Guerras Mundiales, pero este es el primero.
Y es que nunca un país con tan pocos méritos militares (su última ofensiva con
cierto éxito fue la invasión de Bélgica previa a Waterloo por parte de Napoleón
en 1815) logró vencer en dos guerras mundiales. Ni siquiera Italia y sus
diversos y ridículos cambios de bando en ambas contiendas se le acercan. Eso sí,
no hay que quitar merito a su hábil diplomacia, si tus militares no sirven
siempre puedes aliarte con los anglosajones o los rusos, que de guerra saben un
rato.
En esta historia vamos a
viajar a 1918, concretamente a la primavera de dicho año, cuando la Gran Guerra
estaba en su punto culminante y lista para la conclusión. Porque eso era algo
que todo el mundo tenía claro, la guerra terminaría antes de finalizar el año,
debido al desgaste de ambos contendientes. No se podía saber quién acabaría llevándose
el gato al agua, pero sí que la contienda no podía alargarse más. El bloqueo
aliado sobre las Potencias Centrales había llevado a la población alemana y austrohúngara
al borde del hambre y la revolución, solo el patriotismo y la visión de una
victoria final que parecía muy cercana les mantenía en pie; al otro lado de las
trincheras la moral francesa estaba a una derrota de la rendición y el ejército
inglés, combatiendo en múltiples frentes (Balcanes, Oriente Próximo, Europa
Occidental) estaba al borde del colapso; solo la llegada de los estadounidenses
daba esperanzas para el futuro.
Por tanto ambos bandos se
preparaban para una batalla que iba a ser decisiva y la inciativa recaía en el
bando de las Potencias Centrales. La Revolución Rusa había sacado al Zar de la
guerra y tras conseguir la paz en Brest-Litoskv están preparados para aplastar
a sus rivales occidentales. Por fin, tras casi cuatro años de guerra, el Plan
Schlieffen (echar a Francia de la guerra rápidamente y concentrarse en Rusia)
es completado, aunque no de la manera esperada, y el Kaiser puede concentrar
todas sus tropas en un frente. El fin de Francia está cerca, y Ludendorff, líder
militar de Alemania y en estos momentos prácticamente su dictador, tiene claro
donde dar el golpe.
El Frente Occidental lleva
desde 1914 atascado en una guerra de trincheras que cruza Francia y Bélgica
desde el Mar del Norte hasta Suiza. Ludendorff, que ya lo intentó al norte, en
Ypres, el mes anterior y fracasó lleva mucho tiempo mirando el centro de esa línea,
donde las líneas británicas se unen con las francesas. Su objetivo es romper el
frente ahí y llegar a los puertos del canal para complicar el abastecimiento desde
el mar de las tropas aliadas. El ataque sale bien, pero no logra su objetico y
a 35 kilómetros de Dunkerque es detenido por un contraataque inglés. Pese a
todo sigue teniendo hombres para seguir intentándolo, gracias a los refuerzos
llegados desde el frente ruso.
Esta vez el golpe será más al
sur, en la zona de Aisne, en la Champaña. Este sector esta defendido por franceses
y Lundendorff espera derrumbar la moral del ejército con una victoria
atronadora que le permita, además, llegar a París. El inicio de la ofensiva es
genial, el frente se derrumba y el Gobierno Francés, temiendo por la seguridad de
la capital, se retira a Burdeos. Es el 27 de Mayo y en toda Alemania se respira
esperanza, la guerra puede terminar en unos días. Pero si algo tiene Francia
cuando pintan bastos y la derrota parece absoluta es suerte; ya les ocurrió con
Juana de Arco, les ocurrió con Napoleón en Austerlitz y les volvió a pasar en
la Gran Guerra.
El avance alemán por la
Champaña tuvo más inconvenientes de lo esperado. No era extraño ver a las
hambrientas tropas del Kaiser tomar al asalto los depósitos de alimentos
aliados tras una victoria. Era algo común y que demostraba los problemas que el
bloqueo había traído a la Alemania. Pero esta ofensiva fue diferente, y es que
lo que tomaron al asalto los soldados fueron las cavas del champán que abundan
en la región. Es el 30 de Mayo y los informes no pueden ser más demoledores,
una columna de aprovisionamiento advierte al Cuartel General de su incapacidad
para atravesar el pueblo de Fimes porque “La calle está llena de soldados
borrachos y de botellas de champán, unas llenas y otras vacías.” El Ejército
Alemán está a menos de 100 kilómetros de París, pero el retraso debido a la
fiesta permite a los franceses reorganizarse y resistir, salvando de nuevo a su
capital como ya lo hicieran en 1914.
A Ludendorff el cuerpo le pide
fusilar a todas las compañías que se emborracharon en la Champaña, pero por
desgracia las cosas no están para hacerlo ya que el Ejército Alemán tiene
grandes problemas de hombres. La guerra está perdida, la última oportunidad se
ha esfumado y ahora la llegada de los norteamericanos no hace sino complicar
cualquier otra opción. Por supuesto, los alemanes lo intentaran una última vez,
en Reims en Julio, pero eso solo será un canto de cisne. En Noviembre, tras una
ofensiva aliada en todos los frentes, Alemania se rendirá y pondrá fin a la
Primera Guerra Mundial, solo seis meses después de haber estado a las puertas
de París y de la victoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario