Imbuidos como estamos en la vorágine
preelectoral, y con una campaña televisada al dedillo, hay una noticia que
parece haber pasado de puntillas sobre la actualidad, más allá de la típica reseña
en las noticias y el dramatismo con el que los medios gustan de recubrir, últimamente,
cualquier noticia relacionada con la política. Hablo, como no, del ascenso del
Frente Nacional en Francia.
Como era de esperar la mayor
parte de las reacciones que hemos vivido en nuestro país han venido desde la
izquierda, donde se advierte del peligro del ascenso de la extrema derecha para
la democracia en Europa. El problema es que el análisis se queda ahí, y que
casi un 28% del electorado de un país como Francia, conocido por sus ideas democráticas
y liberales, vote un partido de Extrema Derecha es algo que merece algo más que
un simple arañazo en la superficie.
¿Qué ha hecho posible este
resultado? Para empezar el liderazgo de Marine Le Pen. En un partido tan
personalista como el Frente Nacional era de esperar que tras la marcha del
fundador, Jean Marie Le Pen, fuera su hija quien le sucediera. Lo que nadie
esperaba es que Marine demostrará la habilidad política que ha demostrado,
convirtiendo el partido, poco a poco, en algo mucho más serio de lo que era
bajo su padre, llegando incluso a expulsarlo de la formación.
Y es que en el nuevo Frente
Nacional de Marine cosas como llamar “leprosos” a los enfermos de sida como
hacia su padre es algo que esta fuera de lugar. Incluso la hemos visto expulsar
a nazis y evitar cualquier referencia al III Reich. Curiosamente estas medidas
han encontrado críticas en algunos partidos semejantes en España, incluso algunos
durante este fin de semana criticaban la “tibieza” del partido debido a estos
motivos.
Obviamente el liderazgo ayuda,
pero no gana elecciones; que se lo pregunten a Rivera o Iglesias… Es por ello
que he decidido dar una ojeada al programa del partido para buscar motivos. Más
allá de lo esperado: rechazo a la inmigración, programas de preferencia nacional, condena del matrimonio
homosexual y el aborto, pena de muerte, exaltación de los valores “republicanos
y franceses”… hay un apartado que explica, y mucho, su ascenso en estos
momentos. Su programa económico.
Con una Francia con cada vez
más graves problemas económicos y que mira a Berlín y a Bruselas (que en estos
momentos vienen a ser lo mismo) con desconfianza el discurso antieuropeo del
Frente Nacional ha calado fuerte entre los franceses. Marine Le Pen sabe que
cuando los beneficios bajan y aumenta el desempleo una buena manera de llegar
al votante es a través de su bolsillo; y esto es algo que ha reflejado a la perfección
en un discurso económico que ha convertido su formación en la primera del país.
¿Y cuál es este discurso? Resumiendo
mucho, obviamente, el Frente Nacional apuesta por el proteccionismo y el
intervencionismo estatal: salida del Euro y devolución del poder al Banco
Nacional Francés, reindustrialización del país y protección de dicha industria
con aranceles, intervención estatal en los sectores estratégicos (banca, energía,
transporte, industria, agricultura…), autarquía agrícola (apoyando la producción
francesa frente a la extranjera o consumiendo solo productos hechos en el país),
cierre de las centrales nucleares y apuesta por energías renovables, altos
impuestos a los beneficios empresariales, prohibición de entrada de extranjeros
en consejos de administración de las empresas, obligación a reinvertir
beneficios en la creación de empleo… En definitiva, acabar con el liberalismo y
devolver el control de la economía a París para mayor beneficio del pueblo francés.
¿Resultado? Éxito rotundo en las urnas.
Lo peor de todo esto, al
final, no es el número de votos… Lo peor de todo esto es que el discurso económico
de Le Pen sobre el papel podría estar perfectamente respaldado por un partido
de izquierdas sin ningún problema. Si se extraen del programa la xenofobia y el
ataque a las libertades individuales se nos queda un discurso económico que
perfectamente podía haber firmado hace un año Podemos. ¿El problema? Que la
izquierda ha perdido el discurso antiliberal y de intervención estatal a favor
de la ciudadanía para venderse, de nuevo, a los interés económicos de las
elites. La deriva del propio Podemos es el mejor ejemplo de ello.
Lo peor de todo esto es que la
deriva y el giro hacia la socialdemocracia y el apoyo a la alta burguesía se ha
hecho en busca de unos votos que al final van a resultar en un fracaso. El
Frente Nacional muestra que hay un grupo de votantes, bastante numeroso además,
al cual se le puede seducir con ideas muy alejadas de lo que viene a ser el liberalismo
y la libre empresa. Mientras todos los teóricos de la izquierda dan vueltas y
vueltas para encontrar propuestas con las cuales conquistar el poder en Francia
la extrema derecha se ha apropiado de su discurso y ha dado un gran paso a
nivel electoral. Porque obviamente más de un cuarto de la población en Francia
no es fascista, ni mucho menos, hasta hace unos años el Frente Nacional no
superaba el 10% en ninguna encuesta.
En los años treinta, en un
escenario de crisis económica y problemas, el fascismo y el nazismo supieron
convencer a los votantes de que su discurso era el mejor para solucionar los
problemas. Las clases medias y cierta parte de la clase obrera confiaron en
ellos mientras la izquierda se quedaba parada mirando y sosteniendo el sistema,
de nuevo, a servicio de los grandes capitales. En los años 30 la izquierda
fracasó en convertir el descontento en votos y fue adelantado por la extrema
derecha, no cometamos el mismo error.
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