lunes, 14 de diciembre de 2015

El Gin Tonic y la malaria


Hoy vengo a hablar del origen de algo que se ha convertido en cotidiano pero que tiene un pasado fascinante. Y es que si hablamos del cubata de moda, el Gin Tonic, su origen está mucho más relacionado con la Coca Cola que con otros cocteles o combinados. ¿El motivo? En un principio estuvieron pensado como brebajes medicinales, algo bastante común en la segunda mitad del S. XIX, cuando la producción y distribución de estos productos curativos o incluso milagrosos fue bastante común, aunque no hubiera pruebas científicas de su eficacia. Vamos, que la Coca Cola que a día de hoy bebemos no es más que homeopatía decimonónica.

La gran diferencia existente entre el Gin Tonic y la Coca Cola es que precisamente el combinado sí que tiene, en teoría, algunas propiedades curativas; uno de sus elementos como mínimo. La tónica, en el fondo, no es más que una bebida carbonatada que tiene como ingrediente principal la quinina. ¿Y qué es la quinina? Un alcaloide que se obtiene de la corteza de un árbol llamado Quino y que se puede encontrar en los bosques de Sudamérica, sobretodo Perú, Bolivia y Ecuador. Y es este alcaloide el que contiene propiedades curativas.

Estas propiedades son conocidas desde la antigüedad por los nativos americanos, que mascaban la corteza del árbol o la utilizaban en diversos brebajes para curar fiebres; en el S. XVII los colonos españoles observaron este comportamiento y empezaron a utilizar la quinina para combatir los males, aunque sin tratar ni aislar. A partir de este momento fue introducida en Europa y la investigación sobre sus cualidades empezó, ya que empezamos a encontrar registros sobre sus propiedades en tratados de medicina a finales del S. XVII. Este camino termino en 1817 cuando dos científicos franceses: Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou consiguieron aislar la quinina, que empezó a ser utilizada como tratamiento de la malaria.

La quinina, ahora ya aislada y convertida en pastillas, fue enviada con rapidez a las colonias tropicales de las potencias europeas, sobre todo a una India que iba cayendo, poco a poco, bajo control británico, y donde la enfermedad estaba causando más problemas al ejercito de su majestad que los nativos. Y si, la quinina ayudaba contra la malaria pero tenía un reverso oscuro: un sabor muy amargo, horrible, que hacía que tomarla se convirtiera en un suplicio para los soldados. Es por ello que a alguien se le ocurrió la genial idea de diluir las pastillas con agua carbonatada, zumo de limón y azúcar, creando la tónica y ayudando a que el mal trago fuera más llevadero.

Y claro, de ahí solo quedaba un paso. Hablamos de la India, territorio británico en aquellos momentos, por lo que por algún lado tenía que acabar apareciendo la ginebra. Aquí ya las versiones difieren, por un lado se dice que la celebración de una victoria llevo a que se añadiera la bebida a la mezcla de agua carbonatada, zumo de limón y azúcar; otras versiones hablan de que un oficial ingles decidió mezclar la tónica que tomaba para evitar la malaria con ginebra, para suavizar su sabor… Fuera como fuera parece que fue en la India donde este combinado nació, para luego extenderse, subido en los largos brazos de los comerciantes británicos, por el resto del mundo.

Lo curioso de todo esto es que a día de hoy la tónica que se vende o no tiene quinina o tiene una parte ínfima de ella, con cantidades muy inferiores a la que se tomaba para combatir la malaria en el S. XIX. ¿El motivo? La quinina, pese a ser un buen remedio contra la malaria, crea otros problemas de salud y su consumo excesivo puede llevar a sufrir alucinaciones, por lo que su uso está muy controlado en la actualidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario