Hoy vengo a hablar del origen
de algo que se ha convertido en cotidiano pero que tiene un pasado fascinante.
Y es que si hablamos del cubata de moda, el Gin Tonic, su origen está mucho más
relacionado con la Coca Cola que con otros cocteles o combinados. ¿El motivo?
En un principio estuvieron pensado como brebajes medicinales, algo bastante común
en la segunda mitad del S. XIX, cuando la producción y distribución de estos
productos curativos o incluso milagrosos fue bastante común, aunque no hubiera
pruebas científicas de su eficacia. Vamos, que la Coca Cola que a día de hoy
bebemos no es más que homeopatía decimonónica.
La gran diferencia existente
entre el Gin Tonic y la Coca Cola es que precisamente el combinado sí que
tiene, en teoría, algunas propiedades curativas; uno de sus elementos como mínimo.
La tónica, en el fondo, no es más que una bebida carbonatada que tiene como
ingrediente principal la quinina. ¿Y qué es la quinina? Un alcaloide que se
obtiene de la corteza de un árbol llamado Quino y que se puede encontrar en los
bosques de Sudamérica, sobretodo Perú, Bolivia y Ecuador. Y es este alcaloide
el que contiene propiedades curativas.
Estas propiedades son
conocidas desde la antigüedad por los nativos americanos, que mascaban la
corteza del árbol o la utilizaban en diversos brebajes para curar fiebres; en el
S. XVII los colonos españoles observaron este comportamiento y empezaron a
utilizar la quinina para combatir los males, aunque sin tratar ni aislar. A
partir de este momento fue introducida en Europa y la investigación sobre sus
cualidades empezó, ya que empezamos a encontrar registros sobre sus propiedades
en tratados de medicina a finales del S. XVII. Este camino termino en 1817
cuando dos científicos franceses: Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou
consiguieron aislar la quinina, que empezó a ser utilizada como tratamiento de
la malaria.
La quinina, ahora ya aislada y
convertida en pastillas, fue enviada con rapidez a las colonias tropicales de
las potencias europeas, sobre todo a una India que iba cayendo, poco a poco,
bajo control británico, y donde la enfermedad estaba causando más problemas al
ejercito de su majestad que los nativos. Y si, la quinina ayudaba contra la
malaria pero tenía un reverso oscuro: un sabor muy amargo, horrible, que hacía
que tomarla se convirtiera en un suplicio para los soldados. Es por ello que a
alguien se le ocurrió la genial idea de diluir las pastillas con agua
carbonatada, zumo de limón y azúcar, creando la tónica y ayudando a que el mal
trago fuera más llevadero.
Y claro, de ahí solo quedaba
un paso. Hablamos de la India, territorio británico en aquellos momentos, por lo
que por algún lado tenía que acabar apareciendo la ginebra. Aquí ya las
versiones difieren, por un lado se dice que la celebración de una victoria
llevo a que se añadiera la bebida a la mezcla de agua carbonatada, zumo de limón
y azúcar; otras versiones hablan de que un oficial ingles decidió mezclar la tónica
que tomaba para evitar la malaria con ginebra, para suavizar su sabor… Fuera
como fuera parece que fue en la India donde este combinado nació, para luego
extenderse, subido en los largos brazos de los comerciantes británicos, por el
resto del mundo.
Lo curioso de todo esto es que
a día de hoy la tónica que se vende o no tiene quinina o tiene una parte ínfima
de ella, con cantidades muy inferiores a la que se tomaba para combatir la
malaria en el S. XIX. ¿El motivo? La quinina, pese a ser un buen remedio contra
la malaria, crea otros problemas de salud y su consumo excesivo puede llevar a
sufrir alucinaciones, por lo que su uso está muy controlado en la actualidad.
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