Una marea ha invadido el
valencianismo desde hace un mes hasta ahora. Una marea de emoción e ilusión derivada
de un equipo que, tras un tiempo de incertidumbre, vuelve a ser el de principio
de temporada. De un equipo que a falta de 10 jornadas está metido en la lucha
por la Liga y que parece haber logrado su objetivo, jugar la Champions, salvo catástrofe.
Que si, que ganar la Liga es difícil y más a este Barça, pero bueno, siempre es
bonito pelear por ello.
Yo estoy ilusionado. No lo
niego. Pero aunque creo que ganar la Liga es una posibilidad, remota, pero una
posibilidad, mi ilusión viene por otras cosas. Mi ilusión viene más bien porque
tras años de sequía llorentista siento que este equipo puede alcanzar las cotas
más altas. Sin exagerar, lo creo firmemente, creo que si seguimos así, pasito a
pasito, se puede conseguir mejorar incluso lo que se logró con Benítez al mando
(hablo de un trofeo con orejas, sí). Y todo esto en un fútbol mucho más
competitivo, a todos los niveles, que el de entonces.
¿A qué me refiero? A algo tan
manido y repetido últimamente en Valencia como el proyecto. Algo tan sencillo
de entender y que parece que el fútbol ha olvidado dando prioridad a la
inmediatez; a que cada temporada es la última. Y no, esto es un proceso, que
puede llevar varias temporadas, y aunque las cosas no son perfectas, pueden
acabar siéndolo. Porque esta temporada tiene lagunas (de noviembre a febrero
hay una enorme) pero el balance, pase lo que pase de aquí a final de temporada,
solo puede ser positivo. Y no tanto por lo logrado este año, que ojala sea la
Liga, sino por sentar las bases de lo que queda por venir.
Y digo bien, las bases, esa
columna vertebral formada Alves, Gayà, Otamendi, André Gomes y Alcacer, sobre la
cual se puede construir el resto. Porque ahora viene lo complicado. Ahora viene
el momento de decidir cómo maniobrar con esta plantilla para mejorar lo que ya
hay sin destrozar lo construido. Porque el Valencia debe sumar piezas tocando
lo mínimo posible las ya existentes y sin destrozar lo logrado. Y esto es más difícil
que empezar a construir.
Hablo de que van a salir
jugadores, espero y deseo que ninguno de los de arriba, y van a llegar nuevos
hombres para reforzar el equipo. En el primer caso saldrán algunos con poca
importancia en el equipo, pero también lo harán otros que este año, de una
manera más o menos clara, han aportado cosas. Y esto es algo que debe hacerse
bien para evitar problemas; ya que una mala venta puede ocasionar roces en el
vestuario e incluso sensación de traición en algunos de los que se quedan, que
pueden sentir que son los siguientes. Porque vender por necesidad o por
descarte es sencillo, vender a alguien que vale porque una oferta es buena
simplemente para ingresar (Caso Di María en el Madrid, por poner un ejemplo)
puede ser mucho más duro.
La otra cara de la moneda serán
las llegadas. Quitando Juan Mata, que ojala viniera ya mismo, el resto de
nombres que suenan me dan miedo. Explico por qué. Los que suenan son de un nivel superior al que
tenemos, y esto que no tiene por qué ser un problema en sí, puede serlo si los
que vienen son, por decirlo de una manera suave, excesivamente egoístas. El
Valencia ha conseguido reunir a un grupo de gente con hambre e ilusión y eso
puede romperse si de repente metes en el saco a alguien que venga a
considerarse más que sus compañeros y que el equipo. Y es por eso que esto
puede ser delicado.
Pese a todo mantengo la ilusión,
creo que tenemos un grupo de gente en la dirección deportiva que trabaja bien y
con idea de lo que quiere. Espero y deseo, además, que pueda lograr que Jorge
Mendes no llene esto de estrellitas caras y egoístas que se lo carguen todo. Si
esto, que es delicado, se hace bien, creo que habrá Valencia para rato. Confiemos en Rufete. Es su turno.
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