Hoy
voy a inaugurar una nueva manera de hacer las cosas. Soy un enamorado de la
historia, militar sobre todo, y hay una pareja de generales a los que admiro y
que creo que ha llegado el momento de honrarlos. Por supuesto, grandes
militares en la historia hay muchos, desde Alejandro Magno hasta Napoleón,
pasando por Julio Cesar o Carlomagno; pero si hay algo que diferencia a estos
generales de la pareja de la que vamos a hablar es que frente a ellos jamás
hubo a alguien que les igualara. En este caso sí que los hay. Hablo, como no,
de Aníbal Barca y de Escipión el Africano; los grandes protagonistas de la
Segunda Guerra Púnica. Vamos a hablar de este duelo en una trilogía de
entradas, que llamaremos "Duelo en la cumbre".
La
Segunda Guerra Púnica es un enfrentamiento armado que enfrentó a la República
de Roma y la República de Cartago, las dos grandes potencias del Mediterráneo
Occidental en el S. III a.C., por la supremacía en dicho mar. Empezó en el 218
a.C. y finalizó en el 201 a.C. y fue el segundo y más cruento de estos
enfrentamientos (habría un tercero medio siglo después que significó el final de
Cartago) y no solo incluyó a las dos potencias, sino que todas las poblaciones
del Mediterráneo Occidental e incluso parte del mundo griego, como Macedonia
que combatió junto a Cartago, se vieron implicados.
La Segunda Guerra Púnica
Antes
de nada hay que presentar a las dos naciones enfrentadas. Eso sí, hay que
entender que en aquellos momentos ni Roma ni Cartago formaban un estado
unificado semejante a los que se verían posteriormente. Simplemente eran dos
ciudades estado que controlaban una zona de influencia, dentro de ellas había
ciudades que les guardaban lealtad ya fuera por conquista, interés, semejanza
cultural o porque eran colonias. Curiosamente sus semejanzas, a nivel de
gobierno, eran más que sus diferencias y ambas eran regidas por un Senado de
hombres importantes que elegían a dos representantes para que ejercieran el
poder por un periodo de tiempo: los Cónsules en Roma y los Sufetes en Cartago.
Por
tanto, a nivel territorial Roma controlaba un territorio semejante al de la
actual República Italiana, obviando sus posesiones en los Alpes y añadiéndole
Córcega. Frente a ella la República de Cartago controlaba toda la zona costera
del Magreb, desde las costas de la actual Libia hasta Marruecos, a ello había
que sumar las posesiones que tenía en Hispania, sobretodo en la costa
mediterránea y las Islas Baleares. Eso sí, dentro de estas posesiones estaban
los reinos de Númida y Mauritania, que servían lealtad a Cartago de manera
nominal pero que ni mucho menos eran posesiones propias. También hay que destacar que las posesiones
hispanas tampoco eran posesiones claramente cartaginesas, ya que pertenencian a
la poderosa familia Barca, que las había colonizado durante las décadas
anteriores. De esta familia saldría Aníbal.
En
el 218 a.C. Aníbal, que lamentaba la anterior derrota cartaginesa en la Primera
Guerra Púnica y que había prometido a su padre, muerto frente a los Iberos en
Hispania, combatir a los romanos decidió atacar Saguntum, la actual Sagunto,
ciudad aliada de Roma. Esta provocación hizo que la ciudad itálica decidiera
declarar la guerra a los cartagineses; empezando la Segunda Guerra Púnica. A
partir de entonces y antes de que a los romanos les diera tiempo a reaccionar
Aníbal Barca marchó hacia el norte, evadió a los ejércitos que se mandaron en
su búsqueda, cruzó el sur de la Galia y se presento en el norte de Italia tras
cruzar los Alpes. No contento con ello lo hizo con elefantes y sumando además
contingentes de mercenarios galos e iberos a su causa.
La Guerra en Italia
Ya con el enemigo a las puertas Roma reaccionó y envió a la Galia Cisalpina (actual norte de Italia) a sus ejércitos para detener al cartaginés. Roma funcionaba entonces levantando ejércitos anuales, con dos legiones reclutadas entre sus ciudadanos para cada uno de los cónsules. Es decir, cada cónsul tenía dos legiones que usaba para lograr sus objetivos sin tener en cuenta a su colega. Esto sería un problema durante esta guerra y esta primera campaña lo demostraría. La primera de las batallas llegaría en el año 218 a.C. cuando en una escaramuza de caballería el cónsul Publio Cornelio Escipión (padre y tocayo de nuestro protagonista) fue derrotado por Aníbal en la Batalla de Tesino. Roma tras esta derrota vio a Aníbal como un problema serio y mando a las legiones al mando del otro cónsul, Tiberio Sempronio Longo, que estaban en Sicilia, al norte para expulsar a los púnicos. En esta batalla se vería el primer problema del método romano de mando, y es que mientras el cónsul Escipión no deseaba entrar en combate porque consideraba que las condiciones no eran las mejores su colega, el cónsul Sempronio, lo deseaba con toda su alma para lograr una victoria que le diera gloria. Aníbal aprovecho esta división y derrotó a los romanos en la Batalla de Trebia, haciendo que los galos que aun vivían en la Galia Cisalpina se unieran a él.
Con
todo el norte de Italia en su poder Aníbal decidió lanzarse hacia el sur para
lograr acercarse a Roma. Los romanos, pese a todo, siguieron sin ver un
problema grave y aunque reclutaron nuevos ejércitos no consideraron importante
elegir un dictador (magistrado que si que podía dirigir cuatro legiones y
unificar el ejercito bajo su mando) y de nuevo volvieron a dividirse. Por tanto
los dos nuevos cónsules recibieron solo dos legiones y además recibieron tareas
diferentes. Cneo Servilio Gemino
fue enviado a la Galia Cisalpina para castigar a las tribus que se habían
pasado a Aníbal mientras que Cayo Flaminio Nepote fue enviado a detener al cartaginés. Flaminio localizó a Aníbal cerca de los
Apeninos, en una zona boscosa, y lo siguió de manera descuidada, lo que le
llevó a caer en una emboscada. Los cartagineses lograron atrapar a su ejército
en el Lago Trasimeno y lo que siguió fue una masacre; 15.000 romanos,
incluyendo Flaminio, fueron muertos y otros 10.000 cayeron prisioneros.
Aníbal
ya había derrotado a tres ejércitos consulares y había aprovechado los despojos
del último ejercito para rearmar a sus hombres. Roma estaba en un momento de
debilidad extrema, sin ejércitos y con el cartaginés a sus puertas. Solo
entonces decidieron unificar sus fuerzas y elegir un dictador en la figura de
Quinto Fabio Máximo, este veterano senador cambio la manera de enfrentarse a
Aníbal y logro cierto respiro para los romanos, rehuyendo los combates directos
y forzando al cartaginés a una guerra de desgaste donde tenía todas las que
perder.
Pero
esta política no podía durar. Muchos romanos consideraban la política de tierra
quemada y de guerra de guerrillas de Fabio poco más que un ejemplo de cobardía;
por tanto al finalizar su dictadura Roma eligió de nuevo dos cónsules para
enfrentarse, en campo abierto, al ejercito cartaginés. El honor recayó sobre Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, yerno de Escipión, nuestro protagonista; para lograr
el objetivo de derrotar a Aníbal se reclutaron el doble de legiones que un año
normal. Estas ocho legiones eran el mayor ejercito nunca reclutado por Roma y
sumaba alrededor de 90.000 unidades, un numero más de dos veces mayor que el
cartaginés, que contaba con alrededor de 40.000 hombres.
En aquellos momentos Aníbal
estaba al sur de Roma, cerca del Adriático, en la fortaleza recién conquistada
de Cannas. En aquel momento llevaba 2 años en suelo itálico y gracias a esta
conquista había logrado reabastecerse y acabar con los problemas de suministros
que había sufrido por la política de tierra quemada romana. Los nuevos cónsules
decidieron, entonces, acabar de una vez por todas con el cartaginés y enfrentarse
a él en Cannas. Se preparaba el enfrentamiento definitivo en suelo itálico
entre las dos grandes potencias, y en él estarían nuestros dos protagonistas.
Aníbal Barca al mando de los cartagineses, Publio Cornelio Escipión como
oficial de su suegro en las legiones romanas. Pero eso será otra historia.
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