Hoy vuelvo a hablar de
curiosidades históricas, esta vez una relacionada con la Primera Guerra
Mundial. Antes de empezar con ella os pongo en antecedentes. Durante mi viaje a
Alemania tuve la ocasión de visitar la ciudad holandesa de Groningen (os la
recomiendo) y en su Grote Markt descubrí la librería Van Der Velde, un
establecimiento coqueto y elegante donde me hice con “Ring of Steel” un libro
escrito por Alexander Watson, curiosamente británico, en el que se narra la
Primera Guerra Mundial desde el punto de vista de las potencias centrales: el
Imperio Alemán y el Imperio Austro-Húngaro.
“Ring of Steel”, con un estilo
sencillo y claro, narra distintas historias y curiosidades sobre la Gran Guerra,
siempre dentro de los dos países germánicos, eso sí. Una de las que más me ha
llamado la atención es la que voy a narraros a continuación, relacionada con
algo que el autor llama “Gold Cars” y que yo he traducido como coches del oro,
porque creo que es su más correcta acepción. Es que por desgracia no he
encontrado ninguna referencia en español a esta historia, así que lo traduciré así.
Empezaré, como no, por el
principio. Viajamos a los primeros días de agosto de 1914; concretamente al 3
de agosto, día en el que la guerra, que hasta ahora se había limitado a
Austria-Hungría y Alemania por un lado y
Serbia y Rusia por el otro, acabo incluyendo a Francia con la declaración de
guerra alemana. En ese momento la guerra pasó a ser mundial (o lo seria al día
siguiente con la entrada en la guerra de Reino Unido) y los imperios centrales
se vieron rodeados de enemigos.
Hay que entender que el día 3
de agosto, pese a que las declaraciones de guerra se habían lanzado y la movilización,
en algunos casos como el austro-húngaro, llevaba ya en marcha una semana, la
guerra parecía lejana e irreal en muchos puntos alejados de las fronteras entre
los combatientes. Esto, unido a la desinformación que se vivía en las zonas
rurales, hizo crecer muchos mitos entre los habitantes de dichas zonas, siendo
uno de ellos el de los coches del oro, o “Gold Cars”.
Si cogemos un mapa de la época,
o uno actual, y situamos a cada uno de los contendientes, observamos que las
potencias centrales, pese a estar rodeadas de enemigos, también habían logrado
aislar al Imperio Ruso de sus aliados: Francia y Reino Unido. Esto en un país como
la Rusia de 1914, con graves problemas internos y que dependía del comercio exterior,
era algo que preocupaba a los aliados y que era visto como una ventaja para los
gobiernos alemán y austriaco. Este motivo, mantener el aislamiento ruso, sería
el que llevaría al Imperio Otomano (que podía cerrar el Mar Negro a los rusos)
a la guerra solo unos meses después. Es por ello que para muchos habitantes de
Alemania y Austria-Hungría lo que voy a contar a continuación les pareciera
cierto, ya que los aliados necesitaban ayudar a Rusia como fuera.
La evidente necesidad que tenían
los aliados de aprovisionar a Rusia y el miedo que tenían los alemanes y
austro-húngaros a los espías e infiltrados franceses hizo que el 3 de agosto unidades
situadas en la frontera alemana con el país galo advirtieran a sus superiores que
diversos coches franceses llenos de oro habían cruzado la frontera dispuestos a
llegar a territorio zarista con estos suministros. Esta noticia corrió como la pólvora
y llegó a Berlín, haciendo que el Ministro de Interior reaccionara con rapidez
ordenando la búsqueda de estos coches. Como era de esperar la noticia se filtró
a la prensa que, inflamada de espíritu patriótico, empezó a advertir a la
población de la posible presencia de otros convoyes franceses con oro en su
interior. La noticia incluso salto la frontera y la misma tarde del día 3 de
agosto en la ciudad checa de Praga, bajo control austro-húngaro en aquel
entonces, la policía reportará al gobierno imperial la entrada a través de la
frontera bohemia de cuarenta automóviles rusos que marcharían al encuentro de
los franceses.
Esto fue el inicio de tres días
de locura, en el que la población de ambos imperios, con una mezcla de
patriotismo y miedo, se dispuso a localizar dichos coches. Los pueblos se
llenaron de barricadas, los campesinos empezaron a detener a cada automóvil que
pasaba por sus tierras y unidades de reserva del ejército registraban el
territorio en busca de los coches. Por supuesto, nadie encontró nada y
empezaron a correr las más diversas historias sobre ellos. Algunos afirmaban que
los franceses, tratando de pasar desapercibidos vestían como alemanes e
imitaban su acento, otros afirmaban que en realidad quienes conducían dichos
coches eran mujeres vestidas como cabareteras, pero el colmo llego el día 6 de
agosto, cuando un periódico afirmó que por miedo a ser descubiertos habían abandonado
sus coches, se habían vestido como campesinos y habían pasado a utilizar
bicicletas. Contando que algunos periódicos afirmaban que los franceses
transportaban alrededor de 26.000 kilos de oro, hubieran sido necesarios más de
mil ciclistas para transportarlo. Pero nadie hizo los cálculos en aquel
momento.
Fue entonces cuando por fin la
sensatez regreso a los dirigentes de las potencias centrales y alguien puso fin
a la disparatada historia. Hay que recordar que el día 6 de agosto la guerra
como tal ya había empezado y las fuerzas armadas alemanas ya estaban
combatiendo en Lieja, Bélgica, mientras Austria-Hungría hacia esfuerzos por
contener a los rusos en Polonia. Es por ello que algunos oficiales empezaron a
quejarse de los problemas logísticos que la búsqueda de los “Gold Cars” causaba,
ya que era imposible cruzar el país en automóvil sin ser detenido por los
habitantes de cada uno de los pueblos y verse obligado a demostrar que no era francés.
Como es obvio jamás existieron
estos “Gold Cars”. Había intención por parte de los aliados de aprovisionar a
Rusia, como es lógico, pero había otras maneras de hacerlo que mandar coches
llenos de oro a través de territorio enemigo. Pese a todo la historia triunfo
entre los habitantes de las potencias centrales y fue debido, sobre todo, a dos
motivos, el primero fue el miedo de la población a la guerra y el segundo el interés
del gobierno alemán por aumentar estos rumores para generar odio y patriotismo
en su nación. Solo cuando esto resulto ser un problema para el esfuerzo de
guerra alemán el gobierno detuvo los rumores y deshizo las barricadas y demás controles
en su suelo.
Este es un ejemplo, otro más, de
cómo la guerra sacudió a la población europea en 1914. Hacia 40 años que las
naciones europeas no tomaban los fusiles y el miedo y el terror a lo
desconocido inflamaba los corazones de sus habitantes. Estas reacciones, como
muchas otras, fueron producto simplemente del miedo que, como es lógico, la población
tenia a la guerra.
Verdaderamente interesante....
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, me alegra que te guste.
Eliminar¿De dónde has sacado ese mapa? La capital del imperio Austrohungaro era viena, no moscu, y el "Africa ecuatorial francesa" no estaba en Marruecos-Argelia, Lo que pone como Marruecos es el Rif....
ResponderEliminarVerdad es... No me había dado cuenta. Gracias
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