Y sí. No me he vuelto loco. No
nos queda otra… O hacemos eso o nos vemos abocados a una crisis eterna. Porque
lo único que realmente crea riqueza es el sector secundario (y el primario,
pero a menor nivel) y la economía de servicios está muy bien siempre que tenga
un sector secundario fuerte que lo mantenga, sino te conviertes en un parque de
atracciones.
Necesitamos industria
He llegado a esta conclusión reflexionando
sobre la victoria de Syriza y Tsipras en las elecciones griegas. Y es que las ideas
con las que llega el nuevo líder griego para echar una mano a la maltrecha
clase obrera de su país son más que recomendables: prohibición del embargo de
la primera vivienda, aumento del salario mínimo, restablecer la paga de navidad
a pensionistas o garantizar el suministro eléctrico a todos los hogares.
Medidas necesarias y de choque para aliviar la situación de su país, pero
Grecia necesitará algo más que eso.
Y la solución griega, como la
del resto de Europa en realidad, pasa por volver a crecer, por volver a generar
riqueza y con ello generar empleo de calidad. Ello evitaría que el estado
tuviera que cubrir las necesidades del pueblo. Y esta generación de empleo solo
pasa por un sitio. Volver a industrializarse. Solo la industria es capaz de
generar suficiente empleo de calidad para poder cubrir las necesidades de las
poblaciones de Europa. La fabricación de cualquier producto requiere mucha más
mano de obra que cualquier otra actividad económica, y además genera riqueza real, ya que por
ejemplo un trozo de madera vale mucho menos que una mesa.
Por supuesto, la industrialización
tiene una serie de problemas graves en Europa. El primero de todos es que la Unión
Europea desindustrializó el sur en su amor por el liberalismo y la ultra especialización.
Al norte industrias intensivas en capital y conocimiento, al sur industria
ligera y servicios para el norte. Ello hizo que países como España tuvieran que
reconvertir su industria a los parámetros impuestos por Europa y dedicarse a la fabricación
de productos fácilmente imitables y de poco valor añadido: mueble, zapatos,
agroalimentaria… Y esta industria cuando llegan vacas flacas o aumenta la
competencia se cae, como nos ha ocurrido.
El peor problema, sin embargo,
no es que se parta de cero en la industrialización, sino que Europa debe
competir contra otros productores contra los que no es posible hacerlo. Ya sea
por una mayor capacidad industrial como Estados Unidos o por unos precios
salidos de la explotación de trabajadores como China. Nuestros amados políticos,
los mismos que nos han matado con la austeridad, nos dicen que la mejor manera
de competir con ellos es bajar salarios y reducir costes. Esto es un error
enorme, el ciudadano europeo no está dispuesto a ser explotado como si fuera un
animal, ni Europa tiene la capacidad para generar costes bajos que tiene China.
¿Entonces cuál es la solución?
Aranceles
«Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es que cuando compro una
chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e Inglaterra con el dinero,
mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me quedo con la chaqueta y
Estados Unidos con el dinero.»
Lo de arriba no lo digo yo. Lo
dice Abraham Lincoln. Y es que curiosamente Estados Unidos, garante del libre comercio,
fue durante gran parte del S. XIX un país proteccionista. En 1828 el noreste
industrial impuso al resto del país unos altos aranceles a las importaciones
para proteger su joven industria. Esto, que sería una de las causas de la
Guerra de Secesión, ya que al sur le costaba más caro adquirir productos
importados, también fue la base sobre la que se cimentó el poderío industrial estadounidense
del que aun goza en la actualidad.
Si de verdad queremos que
Europa vuelva a crecer necesitamos cerrar las fronteras a importaciones que
puedan perjudicar nuestra industria y apostar por ella. Es algo que ya estamos
haciendo en el sector primario y aunque tiene errores le ha permitido
sobrevivir. Europa es capaz, por capital humano y económico, de tener una
industria fuerte que repercuta en una gran economía. El problema es la falta de
interés político en lograrlo a causa de esa farsa que es el libre comercio, que
solo es cojonudo si eres más poderoso que tu rival, sino te hunde.
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