Hoy es 28 de Diciembre, día de
los Santos Inocentes, pero hoy no vamos a hablar de inocentadas sino de una efeméride.
Y es que tal día como hoy, pero hace 119 años, nacía en Paris una nueva forma
de expresión. Si señores. El 28 de Diciembre de 1895 nacía el séptimo arte, nacía
el cine.
El Invento
En realidad en ese día no nació
el cine como tal, sino que los hermanos Louis y Auguste Lumière (jamás un
apellido ha sido tan oportuno) presentaron en la capital francesa el cinematógrafo.
La idea de capturar las imágenes gracias a la luz no era nueva, ya que la fotografía
había aparecido unas décadas antes, pero la posibilidad de capturar imágenes en
movimiento nace con esta máquina. Su antecedente más directo era el
kinetoscopio que había inventado Thomas Alba Edison, que ya era capaz de
capturar imágenes en movimiento aunque no podía reproducirlas.
Los hermanos
Lumière, hijos de un fotógrafo, trabajaron durante años en el taller fotográfico
de su padre en Lyon. La combinación entre un técnico y un administrador, que vemos
en muchos casos de éxito, se repite aquí ya que Louise era físico mientras que
su hermano Auguste era administrador. En 1892 empezaron a trabajar en la idea
de filmar imágenes en movimiento, para ello aprovecharon que su padre, Antoine,
había traído de París un kinetoscopio para investigarlo y crear el invento que
les haría famosos.
El
cinematoscopio, como otros inventos de éxito, no necesitó de nuevas y modernas tecnologías,
sino simplemente de una reestructuración de inventos ya existentes para crear
utilidad. Así que lo crearon basándose en el kinetoscopio, la cámara fotográfica
y un efecto visual del ojo humano llamado persistencia retiniana. Y es que las imágenes
que vemos se mantienen en la retina durante una décima de segundo antes de
desaparecer; esto es lo que permite ver la realidad en movimiento, ya que el
cerebro enlaza estas imágenes para generar dicha ilusión. El cinematoscopio se
aprovechaba de ello y emitía veinticuatro imágenes por segundo, por lo que el
cerebro humano no era capaz de verlas de manera diferenciada y se generaba la ilusión
del movimiento.
Su mala explotación
Pese al descubrimiento
los hermanos Lumière jamás vieron que el cine que habían inventado pudiera
tener excesivo futuro, eso no evito que trataran de sacarle el máximo beneficio
posible mientras la gente se mostrará interesada. Ello hizo que tras la primera
demostración comercial, a la que fueron treinta y cinco personas que pagaron un
franco cada una, decidieran seguir explotando la gallina de los huevos de oro
por ferias y salones no solo de Francia, sino de Europa.
Por suerte
la falta de confianza en su invento fue el mayor regalo que pudieron hacerle al
cine. Y es que otras personas, que sí que habían visto el potencial del cinematógrafo,
pudieron adquirir con facilidad la patente o copiar el invento, que se extendió
con rapidez por el continente, dando el salto incluso a los Estados Unidos. La Exposición
Universal de 1900 fue el último impulso que necesito el invento para
convertirse en mundial.
¿Y por qué
digo que fue una suerte? Porque la falta de visión comercial de los hermanos
Lumière hizo que su invento fuera distribuido con rapidez por el mundo y
llegará a cualquiera que quisiera filmar algo. Esto ayudó a su distribución y a
que se convirtiera en un arte como lo conocemos en la actualidad. Si, perdieron
dinero con ello, pero la humanidad ganó un nuevo arte.
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